A través de este estudio, nos
proponemos que el creyente pueda obtener el conocimiento de la procedencia del
matrimonio como institución, su propósito y sus beneficios tanto para el hombre
como para la mujer
El matrimonio es
una institución divina.
Eso quiere decir que proviene
de Dios.
A través del tiempo, el
matrimonio ha sufrido una serie de alteraciones que han nublado su propósito y
distorsionan su esencia. Tales distorsiones y
alteraciones han provocado una gran cantidad de males en nuestra sociedad. Las alteraciones que ha sufrido
el matrimonio no son autorizadas; porque no proceden de Dios, que es su
creador.
El
matrimonio fue instituido por Dios.“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le
haré ayuda idónea para él ( ... )
entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este
dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que
Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”Génesis 2:18, 21,22).
Como podemos ver, el matrimonio es una idea surgida de
Dios y no de los hombres.
El hecho de ser instituido
por Dios, le da al matrimonio un carácter de benignidad; es decir, que todo en
el es bueno y provechoso para el ser humano. Además, le da un carácter de
perfección; porque las obras de Dios son sin error. De modo que cualquiera que
quiera argumentar la conveniencia de los cambios que se hagan al matrimonio,
ofende la sabiduría de Dios.
En este tiempo, las personas
proponen cambios para el matrimonio ignorando por completo el diseño y propósito
de Dios. Hay quienes abogan porque el
matrimonio sea aceptado entre personas de un mismo sexo. Y hay muchos que
inclusive han dejado de considerarlo necesario para la unión entre hombre y
mujer.
La santidad del matrimonio
quiere decir que debe ser puro porque
procede de Dios.
Eso significa que el matrimonio ha de mantenerse dentro de
normas morales bien definidas que honren a Dios.
Veamos lo que dice el
escritor bíblico en su carta a los hebreos: “Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla;
pero a los fornicarios y los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4).
Nuestro
cuerpo le pertenece a
nuestra pareja.
Tanto la esposa como el
esposo están obligados a velar por la pureza y la fidelidad de su cuerpo y su mente
con el mismo celo con que cuida el de su pareja; sabiendo que no se pertenece
asimismo; sino que le pertenece a su cónyuge.
En el mundo se ha hecho una
costumbre que las personas cuiden con celo la fidelidad de su pareja, pero este
enfoque es incorrecto. Y no es que un cónyuge no
deba ocuparse de la fidelidad de su pareja; pero el enfoque correcto del celo y
el cuidado que un cónyuge debe tomar, es aquel que se enfoca en cuidar de si
mismo para guardarse en fidelidad para su pareja; entendiendo que su relación
matrimonial es un estado de pureza y santidad en la que se debe por completo a
su cónyuge. Pero la mayor razón de que el
matrimonio sea santo, se halla en el hecho de que tipifica la unión del amor de
Cristo y la iglesia: Vea Efesios 5: 25- 32.
Composición
del matrimonio:
El
matrimonio está compuesto por un hombre y una mujer.
Esto es plenamente
consecuente con el propósito del matrimonio. Un matrimonio extra bíblico,
siempre estará fuera de propósito, y en algunos casos, será contra naturaleza,
sobre todo en lo relativo a la sexualidad. Delante de Dios, nunca podrá
considerarse matrimonio a otra unión que no sea la de un hombre con una mujer,
sin importar cuales sean las razones o la composición de esa unión; sea esta
homosexual (unión de dos individuos de un mismo sexo) y mucho menos la unión
de un ser humano con un animal o con otro ser de otra naturaleza.
Propósito
del matrimonio:
La unión matrimonial según el
diseño de Dios, tiene el propósito de:
a) El goce de la sexualidad.
El deleite sexual es uno de
los grandes beneficios del matrimonio. Es la voluntad de Dios que
los seres humanos disfrutemos de nuestra sexualidad sin que ello nos deje
consecuencias negativas y dolorosas. Asi que, si la vivencia de nuestra
sexualidad nos deja problemas, no estamos alcanzando el propósito la
sexualidad.
El goce de las relaciones
sexuales íntimas está reservado para el matrimonio. Cualquier acto sexual que sea íntimo y esté fuera del
matrimonio, es pecado.
Cuando hablamos de pecado,
nos estamos refiriendo básicamente a fallar en nuestro propósito. Y eso es lo
que ocurre con la infidelidad sexual; porque produce un efecto totalmente
opuesto en el cónyuge afectado; porque lo llena de ira, tristeza y decepción;
lo cual está fuera de propósito en el plan de Dios para la sexualidad.
La fornicación y el adulterio
están considerados en la palabra de Dios como un pecado muy grave. Así lo dice
el Apóstol Pablo: “No sabéis que los injustos no heredarán
el reino el reino de Dios? No erréis; ni
los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,
ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de los Dios.” (1Corintios 6:9).
Debe
entenderse que el pecado sexual no solo tiene repercusiones eternas; sino que
además, produce graves trastornos emocionales que afectan profundamente a las
personas.
Veamos
las sabias palabras del proverbista: “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos
ardan? ¿Andará el hombre sobre
brasas sin que sus pies se quemen? ( ... )
Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que
tal hace. Heridas y vergüenza
hallará, y su afrenta nunca será borrada. Porque los celos son el
furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza” (Proverbios 6:27,28,32-34).
Esas
sabias palabras del proverbista, nos hablan con elocuencia acerca de las
dolorosas consecuencias del pecado sexual. Nos
dice que es inevitable sufrir consecuencias si somos infieles. El
disfrute de la sexualidad no debe valorarse en relación a la intensidad de las
emociones o al
delirio momentáneo del acto sexual; sino
mas bien a la satisfacción que perdura en una conciencia limpia que sabe que a
la par que disfrutó del placer sexual, además, honró a Dios manteniendo puro el
ejercicio de su sexualidad.
En
otra parte la escritura dice:“Huid de la
fornicación, cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo;
mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” (1Corintios 6:18).
Debemos entender que el
hombre y la mujer mantienen una unión intima y espiritual a
través del matrimonio; y al
pecar contra su propio cuerpo, lo hace también contra su cónyuge; porque los dos son una sola carne.
Hemos de saber que uno de los
actos más grandes de desamor lo constituye la infidelidad sexual, ya que la
infidelidad es totalmente contraria a los nobles propósitos del amor que es base de la unión matrimonial.
b) La procreación.
Biológicamente los seres
humanos estamos diseñados para la procreación.
Este propósito aporta
beneficios a la sociedad y hace aflorar la paternidad/maternidad que trae mucho deleite y realización a los
seres humanos; ya que alcanzan un propósito inherente en su naturaleza
corporal.
Nota:
En la lección “La familia”
ampliaremos el tema de la reproducción y la función de los hijos.
Responsabilidades
en el matrimonio:
1) Amarse mutuamente:
El amor es parte esencial del
matrimonio, porque provee satisfacción al corazón y dignifica al individuo
proveyendo el vínculo esencial para la comunión.
Además, el amor constituye la virtud más importante para una relación
edificante y permanente que ayuda a comprender y corregir los defectos entre
los cónyuges.
Al respecto, la palabra de
Dios dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27).
El hecho que la escritura
diga en este texto, que el hombre debe amar a su esposa, y no mencione a la
esposa con la misma obligación para con el varón, no la excluye de este
mandato. Tanto el esposo como la
esposa se deben amor el uno al otro porque los dos son una sola carne, y porque
los dos necesitan de las virtudes del amor para poder mantener en bendición su
matrimonio cuando afloren los defectos y las faltas del uno o del otro.
Veamos las virtudes del amor:“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia,
el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo
suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza
de la verdad. Todo lo sufre, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de
ser…” (1Corintios 13:4 -8) 2) La fidelidad del uno para el
otro. La fidelidad mutua en el
matrimonio contribuye al propósito del disfrute benéfico de las relaciones sexuales. Tanto hombre como mujer están
obligados a ser fiel mutuamente. Esa fidelidad va mucho mas
allá de lo que se puede considerar un acto sexual íntimo; sino que abarca los
deseos del corazón y los coqueteos. Esto es así porque hay adulterio del cuerpo y adulterio del
corazón. Es necesario entender que toda
infidelidad se gesta primero en la mente y en el corazón.
Hay quienes consideran extremismo esta posición, pero
esto es lo dicho por el Señor Jesucristo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27,28).
3)
Satisfacer las necesidades sexuales del uno para con el otro:
El disfrute sexual no es
solamente un privilegio; es, además, una responsabilidad u obligación mutua.
Las necesidades sexuales de
nuestra pareja deben ser suplidas por nosotros, no negándonos, a no ser por
mutuo acuerdo o por una razón de fuerza mayor. Esta doctrina no es machista
ni feminista; porque es para ambos cónyuges; ni extra bíblica; porque tiene su
base en la palabra de Dios.
Asi que podemos decir, que
tener una permanente actitud de complacer sexualmente a nuestro cónyuge, es
parte importante de la doctrina de Cristo para el matrimonio.
Veamos: “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y así
mismo la mujer con el marido. La mujer no tiene
potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido
potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al
otro, a no ser por un tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos
sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no nos tiente
Satanás a causa de vuestra incontinencia.” (1Corintios 7:3-5).
Ha de entenderse que como
dice la famosa frase comercial: “aplican
restricciones”. No es cuando y como
quiera nuestra pareja. Porque existen deseos insanos
que no pueden ser satisfechos a costa de ignorar la moral cristiana y la
dignidad del cónyuge.
La satisfacción de las
necesidades sexuales ha de hacerse dentro de la moral cristiana; cuidando de no
dañar u ofender la dignidad del cónyuge, es decir, que debemos tratar con
respeto, delicadeza, amor y cuidado el cuerpo de nuestro cónyuge.
Así dice la palabra del
Señor: “Por lo demás, cada uno
de vosotros ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” (Efesios 5:33).
Debemos hacer énfasis (como
lo hicimos con respecto de el deber del marido de amar a su esposa) que el
hecho de que la palabra del Señor, ligue de manera directa a la mujer a
respetar a su marido, y no diga lo mismo al esposo, no obstante, el esposo
igualmente está obligado a respetar a su esposa.
El que la palabra de Dios
urja de modo prioritario a que el hombre ame a su mujer; a la mujer a que respete a su marido, tiene mucho
que ver con la composición interior de hombre y mujer.
Por alguna inexplicable razón,
la mujer es mucho mas sensible y vulnerable ante el desamor y la falta de
ternura en el hombre hacia ella; que de ésta hacia él. Y de igual manera, inexplicablemente,
el hombre reacciona con mucho mayor desequilibrio ante el irrespeto de la
mujer; que ésta ante el irrespeto del hombre.
Ante esta situación descrita,
que hace alguna diferencia entre hombre y mujer, solo podemos entenderlo
basados en el simbolismo que representa el hombre y la mujer en el matrimonio. Asi por ejemplo: La mujer
representa simbólicamente a la iglesia del Señor. Y en esta representación,
ella debe recibir todo el amor de su esposo, como la iglesia recibe el amor sin
reservas de Cristo. Por otra parte, el hombre
representa en el matrimonio a la figura de Cristo; y como tal, ha de recibir
todo el respeto y aprecio de su esposa, como Cristo lo recibe de la iglesia
(ver Efesios 5:21-32).
5) Permanecer en el estado del matrimonio hasta
la muerte:
El matrimonio es una
institución sagrada que Dios estableció entre los seres humanos.
Esta institución no es
temporal, sino que es permanente. Esto quiere decir, que el matrimonio es hasta
que la muerte los separe. Es decir, que ni el hombre ni la mujer tienen
autorización de parte de Dios para deshacer el matrimonio.
Veamos lo que dice el Señor
por su palabra: “Él, respondiendo, les
dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los
hizo? y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y
los dos serán una sola carne. Así que no son ya mas
dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué,
pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él desdijo: Por la
dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas
al principio no fue así. Y yo os digo que
cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa
con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada adultera.” (Mateo 19:4-9).
Debe entenderse que Dios hizo
un hombre para una mujer y a una mujer para un hombre.
En las escrituras solo hay
dos casos calificados en que se nos permite contraer nuevas nupcias.
Estos son:
1) Cuando uno de los cónyuges adultera: “salvo por causa de fornicación…”
La frase anterior se refiere
a la posibilidad legítima de divorciarse, y no a la de casarse, no obstante,
decimos que dicha frase es una autorización para contraer nuevas nupcias, por
que al casarse de nuevo no adultera, porque la causa de separación es
legitimada por el Señor Jesucristo.
2) La muerte de uno de los cónyuges: “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido
mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del
marido. Así que, si en vida del
marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere
es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será
adúltera.” (Romanos 7:2,3).
Si las causas de separación
no son las ya mencionadas, las escrituras recomiendan dos soluciones:
a) Volverse a reconciliar: “…y si se separa, quédese
sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su
mujer.” (1Corintios 7:11).
Al matrimonio ha de
acompañarle virtudes importantes como el amor y la misericordia.
Si estas virtudes no estàn en
el matrimonio, es posible que sufra una ruptura en los momentos de prueba.
Solo el amor profundo puede
traer reconciliación cuando uno de los cónyuges ha pecado contra el otro.
b) Quedarse solteros: “…y si se separa, quédese sin casar…”
Quedarse sin casar es una de
las consideraciones más difíciles de la ruptura matrimonial, y es algo
imposible de lograr sin vivir en pecado.
Vivir soltero y en abstinencia
sexual, solo es posible si Dios nos capacita con el “don de abstinencia”. Ver
(1Corintios 7:8,9).
La
necesidad de dirección de Dios:
Como podemos ver, el
matrimonio es un asunto de gran seriedad. Es por eso que los que están
solteros o solteras deben tener sumo cuidado de con quién se casarán.
No deben tomar este asunto a
la ligera, y sobre todo, deben poner esta decisión delante del Señor, pidiendo
su guianza y su bendición y pidiendo ser
librados de una mala elección.
Entendiendo que el matrimonio es una gran bendición,
siempre que la elección sea la correcta; pero que puede ser una carga
insoportable si nos equivocamos.
El
caso de los que estàn casados y en problemas:
En este caso, deben tratar de
salvar el matrimonio trabajando en mejorar aquellas cosas que pudieran
destruirlo, porque ya no hay tiempo para elegir. Esta afirmación podría ser
muy dura para aquellas personas que estàn viviendo una situación muy difícil.
Debemos reconocer que hay
casos de abusos muy delicados en algunos matrimonios que merecen una valoración
especial. En tales casos, los pastores
del rebaño, con pleno conocimiento de la situación, pueden dar su mejor
recomendación a los afectados. Llegando a soluciones sabias
y justas por la vía de la concesión y no de la doctrina. Léase: 1ª Corintios 7:6-9.
Concluiremos este tema
diciendo que:
El matrimonio es un estado de mayor realización de los
individuos; tanto hombres como mujeres son mas completos unidos en matrimonio
que solos; porque Dios los creo en unidad para alcanzar los propósitos de su hacedor: “Y creó
Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y
les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread…” (Génesis 1:27,28).
Al decir lo anterior, no
estamos diciendo que las personas no pueden alcanzar realización sin estar
casados.La palabra de Dios nos muestra que eso es posible:
El
caso del apóstol Pablo: Las personas; hombres y
mujeres, pueden alcanzar realización en una soltería permanente, siempre y
cuando Dios tenga un propósito específico para la soltería de ellos: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les
fuera quedarse como yo; pero si no
tienen don de continencia, càsense,
pues mejor es casarse que estarse quemando” (1Corintios 7:8,9).
El
propósito de la cooperación:
Alcanzar el estado del
matrimonio, es alcanzar un nivel de mayor realización de los individuos, ya que
Dios dice:
“No es bueno que el
hombre esté solo”
El matrimonio trae a los
individuos muchas posibilidades de alcanzar objetivos que Dios determino para
hombres y mujeres. La cooperación entre hombre y
mujer produce efectividad en forma abundante.
De hecho, uno de los
propósitos de Dios para el matrimonio, es la cooperación mutua. Eso lo vemos en
el texto de las sagradas escrituras, que dicen: “Y dijo Jehová Dios: No
es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él ( ... ) entonces
Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó
una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que
Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Génesis 2:18,21,22).
También la Escritura nos
dice: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la
benevolencia de Jehová” (Proverbios 18:22).
Sin duda alguna, el
matrimonio es una idea de de la mente maestra de Dios. Y por tanto es buena y
llena de un gran potencial. En estos tiempos, donde las
cosas buenas están siendo menoscabadas, el matrimonio es una de esas cosas buenas
y maravillosas que ha sido desvalorizada. Ello ha traído graves
consecuencias a la sociedad; y se hace necesario que aquellos que creemos en
Dios, creamos también en sus obras y defendamos la obra maravillosa de Dios, a
la que llamamos: El matrimonio.