Extracto
de la prédica del domingo 16 de Junio en Iglesia Visión Jesed, Heredia.
ABA PADRE.
En ocasión
de ser el día en que se celebra el día del padre, me ha parecido oportuno
predicar este sermón alusivo a la paternidad de Dios.
Para
comenzar debo decir que la paternidad de Dios nunca fue bien entendida en el
pasado, bien que los hombres han invocado a Dios desde la antigüedad, y aunque
es cierto que los judíos alguna vez llamaron padre a Dios, el ser humano jamás
comprendió la profunda verdad de la benigna paternidad de Dios. Pero Dios
siempre ha querido mostrar al ser humano la hermosa verdad de su paternidad.
Con ese fin estableció la paternidad humana, para que los padres tuviéramos el
privilegio de representar la paternidad misma de Dios aquí en esta tierra. Pero
los hombres hemos sido siervos negligentes al cumplir con esta encomienda de
Dios, pues hemos ensuciado el ejercicio de la paternidad al ser ásperos,
injustos, desamorados y malos protectores, al ser malos formadores y
proveedores de nuestros hijos. Pero el deseo de Dios es que los padres sean un
reflejo de la paternidad de Dios aquí en la tierra; que al ejercer nuestra
paternidad, nuestros hijos tengan una clara noción de lo que es Dios como Padre
Bueno, que nuestro ejercicio de la paternidad imprima en sus conciencias una imagen correcta de lo que es Dios, para que cuando
Dios toque las puertas de sus corazones nuestros hijos tengan la confianza de
acercarse con confianza a los brazos del Amante Padre Celestial. Pero como ya
dije antes, los hombres hemos fallado al cumplir este deseo de Dios. Claro que
hay razones que causan ese fallar nuestro al dejar de alcanzar este buen propósito
de Dios. Y la razón quizá más importante de este fallo o fracaso en nuestro
cumplimiento sea la lejanía de nosotros con Dios. Siendo que Dios es nuestro
modelo, se hace sumamente necesario que estemos tan cerca de Él como sea
posible para aprender de él la forma en que debemos cumplir con la misión de
ser padres que representemos la mismísima paternidad de Dios; porque, ¿cómo
puede uno representar a alguien a quien no conoce de cerca? Este sermón pues,
tiene la intención de mostrar la benigna paternidad de Dios, primeramente, para
que nos llenemos de confianza al acercarnos a Dios, y segundo, para que nos
inspire a cumplir con la dignidad que corresponde el ser representantes de la
paternidad de Dios para con nuestros hijos.
Como ya se
dijo anteriormente, la lejanía con Dios nos impide poder representar su
paternidad fielmente. Y es en este punto donde se hace primordial la necesidad
de que alguien que haya sido íntimamente cercano a Dios nos pueda transmitir el
conocimiento de cómo es El Padre Celestial. Es así que la persona y enseñanzas
de nuestro Señor Jesucristo cobran relevancia suprema. Ya que es Jesucristo el
único que ha descendido del cielo, es él el único que ha venido desde el mismo seno
del Padre. Las Escrituras dicen: A Dios nadie
le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a
conocer. (Juan 1:18). Este texto pone de relieve la
importancia de nuestro Señor Jesucristo como testigo único y plenamente
autorizado para enseñarnos la verdad acerca de Dios el Padre. Y esto es así, no
solo por ser Cristo uno que veía constantemente a Dios, sino que él era íntimo
de Dios Padr , pues él está en el seno mismo de Dios.
Nuestro
Señor Jesucristo, pues, es el más indicado para dar a conocer la verdadera
paternidad de Dios. Esta comprensión la llegaron a adquirir los discípulos de
Jesús. Y sabiendo que necesitaban obtener el verdadero conocimiento de quién es
verdaderamente Dios, le rogaron a Jesús que les enseñara acerca de cómo tener
la misma confianza que Jesús mismo tenía para con el Padre Celestial.
En Mateo
capítulo 6 encontramos una petición importante que los discípulos de Jesús le
formulan respecto de cómo orar. Ellos han visto la confianza con que Cristo se
acerca en oración a Dios y cómo éste le responde, y están admirados de esta
relación de confianza y comunión, y quieren este beneficio para ellos mismos en
su relación con Dios. Cristo, pues, va a descubrirles cual es el secreto de su
relación de confianza con el Dios Eterno y Poderoso de cielos y tierra: él les
refiere que su confianza al orar y tener comunión con Dios esta fundamentada en
el hecho de que Dios es su Padre, y que este mismo hecho es cierto acerca de
ellos y Dios, y que por tanto, ellos también pueden ejercer eta misma confianza
al orar y tener comunión en su relación con el Eterno y Poderoso Dios de los
cielos.
Nuestro Señor
Jesucristo plasma su enseñanza acerca de la confianza al orar en Mateo capítulo
6 donde les da el modelo de oración al que hemos llamado como “el padre nuestro”
pero esa no es una oración como hemos pensado tradicionalmente, sino que esas
palabras contenidas en el padre nuestro son un modelo para la oración, y es la
enseñanza fundamental de la razón por la cual entendemos y aprendemos a tener
confianza al orar. De esas palabras recopiladas por Mateo podemos aprender que
nuestro Señor Jesucristo está diciendo:
En razón
de que Dios es mi Padre y el de ustedes, por ello:
a) Ustedes pueden acercarse
con confianza al Dios de los Cielos. Por eso, al orar ustedes háganlo como
quien se acerca al mejor de los padres, como quien se acerca a un buen y
amoroso padre. Pero no olviden que este Padre no es un padre cualquiera, sino
que deben tener en sus conciencias que este buen padre es el Dios Altísimo de
los Cielos. Y por eso,
b) Ustedes deben santificar
su nombre. Al orar tengan en la mas alta estima el nombre de su Padre
Celestial, porque todo padre merece honra. Y es que debemos saber que el hecho
de que Dios demanda que los hijos honren a sus padres se basa en el hecho de
que los padres terrenales son una figura de la paternidad misma de Dios.
c) Ocúpense de los negocios
de su Padre Celestial. Entiendan que Dios tiene un reino en los cielos, el cual
quiere extender a la tierra que ustedes habitan. Y recuerden que todo buen hijo
cuida la hacienda de su padre y se ocupa de que esa hacienda se aumente. Ustedes,
pues, deben desear que el Reino de Los Cielos sea sobre ustedes estableciéndose
en esta tierra. Y por causa de que Dios es su Padre ustedes deben trabajar en
la extensión de ese Reino de Dios, y poner su corazón en ello.
d) Y en razón de que Dios es
su padre, el cual es Altísimo en dignidad, ustedes deben obedecerle,
acordándose que él no solo es su Buen Padre Celestial, sino que además es su
Rey que reina en los cielos. Y como siendo que no hay padre sin honra ni rey
sin obediencia, reconozcan el Señorío de su Buen Padre Celestial, el cual debe
reinar en sus corazones y en su entorno. Por ello, deseen que la voluntad de
Dios sea hecha aquí en la tierra como se hace en la tierra. Pero entiendan que
el primer lugar en que debe hacerse la voluntad de Dios es en sus corazones. Se
puede decir con certeza que nuestro Señor Jesucristo está diciendo a sus
discípulos que si ellos se ocupan de honrar a Dios, si santifican su nombre y
se ocupan de su reino, y si se ocupan de que la voluntad de su buen Padre Celestial
sea hecha aquí en la tierra, en consecuencia,
Ellos pueden
esperar que Dios les provea de todo aquello que tengan necesidad en su diario
vivir, pues en razón de que Dios es su padre, y que, consecuentemente ellos le
honren y sirvan, cual buen y justo padre, Dios se ocupará de ser su buen y
eficiente proveedor. Es en razón de que Dios es nuestro Buen Padre Celestial
que podemos pedirle que supla nuestras necesidades. En este respecto jamás
seremos inoportunos con Dios al presentarle nuestras peticiones. El hecho de que
él sea nuestro Padre garantiza su benevolencia hacia nosotros, y nunca estará
mal que usted y yo presentemos a diario nuestras necesidades ante el trono de
su gracia. Mas bien, Dios vería como impropio el que uno de sus hijos presentara
sus necesidades ante otros que no tienen esta misma relación de paternidad, y,
de igual manera que cualquiera de nosotros se disgustaría al encontrar a sus hijos pidiendo aquellas cosas que solo a
nosotros como padre nos corresponde suplir, también Dios vería como impropio
que sus hijos tengan mas confianza de
pedir a otros que a él mismo. Pedir para nuestras diarias necesidades, es uno
de los mas grandes privilegios que nos da el hecho de que Dios sea nuestro
Padre Celestial. Pero resulta penoso ver como los creyentes se vuelven mendigos
pidiendo a otros antes que a su Buen Padre Celestial. Es triste ver que hay una
ceguera en relación a esta verdad de que Dios es nuestro buen Padre Celestial
que nos provee, siendo Dios rico en abundancia. Esto me recuerda una de las
parábolas de nuestro Señor Jesucristo. En
Lucas 15, Cristo habla de dos hijos que tienen un buen padre, y de ellos, el
mayor parece ser alguien esforzado en los negocios de su padre, pero que no se
logra sentir en confianza de disfrutar de los bienes de su padre, mientras que
el menor usa en abundancia las riquezas de su padre al punto de gastarse su
parte de la herencia, pero que a pesar de eso el padre todavía le da con
generosidad de sus mejores bienes, ante lo cual en hijo mayor reclama: [He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca
me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu
hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el
becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis
cosas son tuyas] Lucas 15:29-31. De la misma forma hoy día existen hijos de
Dios que no han descubierto que la razón de que Dios sea su Buen Padre les abre
las puertas del disfrute de su provisión. Y esto es lo que en buena medida les
enseña nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos en el capítulo 6 de Mateo en
los versos 9 al 15.
e) En razón de que Dios es nuestro padre es natural que nosotros sus hijos
le imitemos. Esta verdad es enseñada por Jesucristo en capítulo 5 donde exhorta
a sus discípulos a ser perfectos como su Padre Celestial. Allí les dice que el
Padre celestial es virtuoso dando de su bondad y generosidad a buenos y malos,
y que por tanto, para que ellos como hijos reflejen la paternidad de Dios deben
amar no solo a sus amigos sino también a sus enemigos. Y también otras
escrituras del Nuevo Testamento encontramos esta implicación natural de esta
relación de la paternidad de Dios sobre nosotros sus hijos. Por eso, en ocasión
de este día especial en que se celebra la paternidad humana, y que en buena
medida por ello nos viene al recuerdo la tierna forma en que nuestros pequeños
hijos nos han imitado de tantas tiernas maneras haciendo aquellas cosas que
nosotros hacemos como rasurarnos, vestirnos etc. Resulta oportuno recordar que
de la misma manera debemos tratar de imitar las obras de nuestro Buen Padre
Celestial, pues resulta natural que los hijos quieran y anhelen imitar a sus
padres. Pero en este punto debemos reconocer que para imitar a alguien hace falta
una cercanía con él, pues no podemos imitar las obras de aquel a quien no
tenemos cerca, no podemos imitar a quien no conocemos ni sabemos de cerca cómo
actúa. De nuevo aquí cobra relevancia la persona de Jesucristo. Viene a mi
mente sus palabras que dicen: [Respondió
entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo
hacer nada por sí mismo, sino lo que ve HACER AL PADRE; porque todo lo
que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente] Juan 5:19. Esta
escritura nos demuestra efectivamente que a un hijo de Dios le es natural hacer
o imitar lo que ve hacer a su padre. A Cristo le resulto fácilmente natural el
hacer las cosas que había visto hacer a su propio padre, a Cristo le resultó
natural el hablar lo que había oído hablar a su padre. Y para que Cristo
pudiera ver actuar y oír hablar a su Padre le fue necesario e imprescindible el
estar íntimamente cercano a él. De la misma forma, nosotros como hijos de Dios
debemos imitarle como cosa natural en consecuencia de nuestra naturaleza de
hijos, pero sigue siendo imprescindible que también nosotros seamos íntimamente
cercanos a Dios nuestro Buen Padre Celestial, para que ello nos de la
oportunidad de conocer sus obras y sus palabras, para que luego las podamos
imitar.
En
razón de Dios es nuestro Padre Celestial se nos da un lenguaje secreto y
especial a través del cual podamos comunicarnos efectivamente con Nuestro Buen
Padre Celestial. Este lenguaje no nos es enseñado por hombre alguno, ni viene
en tomos escritos, sino que este lenguaje nos viene como un sistema operativo
implantado en nuestro interior por el mismo Espíritu de Dios que es depositado
en nuestro espíritu humano para que él nos enseñe ese lenguaje efectivo de
comunicación. La razón de Cristo tuviera la maravillosa comunicación que
mantenía con el Padre Celestial no se hallaba en ninguna técnica humana que
hubiese aprendido, ni en ningún secreto que maestros iluminados le hubieran
trasmitido; su secreto radicaba en el maravilloso hecho de haber sido dotado
con la presencia del Maravilloso Espíritu de Dios. Bien sabemos que humanamente
los padres tenemos lenguajes especiales con que nos comunicamos con nuestros
hijos, y que es imposible que nosotros no respondamos a ese lenguaje cuando
nuestros tiernos retoños lo ponen en acción. Mis hijos me dicen cariñosamente “pa”
y a ningún otro llaman “pa” y yo no puedo dejar de responder a esta palabra que
sale del inconfundible timbre de sus voces. Por su parte la palabra de Dios nos
muestra que Dios nos ha dado su Santo Espíritu para dotarnos de un lenguaje
especial que llega directo al corazón de Dios, sin importar el lugar físico del
que clame alguno de sus hijos. Dios jamás dejará de atender ese lenguaje de
llamado de sus hijos, sin importar el lugar o las circunstancias, Dios responderá
a ese lenguaje. Ese tierno llamado que el Espíritu nos faculta a ejercer es
directo al corazón del Padre Celestial, y aunque Dios no siempre te dará lo que
deseas, siempre es seguro que él vendrá en tu auxilio. Un caso relevante que
nos sirve de ejemplo en cuanto a la efectividad de este lenguaje se haya en los
evangelios, allí, Cristo se haya en profunda angustia por el inminente sacrificio
que le llevará a la muerte, y estando en esa angustia clama con ese lenguaje
del Espíritu y dice: ABA PADRE. Lo cual puede traducirse como “papito mío” y
aunque el designio de Dios es que él muera en expiación por el pecado de los
seres humanos, no puede resistir al tierno lenguaje del Espíritu y se hace
presente ante el clamor de su Hijo y lo reconforta y lo fortalece para terminar
de cumplir su misión. Es de la misma forma que funcionó con Cristo que también
con nosotros funciona este lenguaje de paternidad entre Dios y nosotros. Y fue precisamente por eso que Cristo tuvo que
morir en la cruz para darnos a nosotros la posibilidad de ser hechos cercanos a
Dios al adoptarnos como hijos para que se nos diera también a nosotros el mismo
Espíritu de su amado Hijo para pudiésemos clamar con efectividad a Dios a
través de ese maravilloso y único lenguaje de paternidad espiritual de Dios. La
escritura dice: [para que redimiese a los que estaban
bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois
hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama:
¡Abba, Padre!] Gálatas 4:6. Así que cualquiera sea tu angustia o necesidad,
puedes tener la certeza de que si clamas a Dios con el lenguaje del Espíritu,
tú puedes estar seguro que nuestro Padre Celestial vendrá en tu auxilio. Y
aunque según sea el designio de Dios, algunas veces no te librará de enfrentar
la prueba, jamás te dejará sin consuelo o fortaleza para enfrentar tus más
duras pruebas en la vida. Es vano tratar de lograr una comunicación eficaz con
Dios a través de argumentos y razones humanas. Lo que es eficaz es clamar con
el lenguaje especial de paternidad que Dios nos dio en la adopción de hijos
suyos. La palabra de Dios nos dice: [Y
de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con GEMIDOS INDECIBLES] Rom.
8:26.
Pero hay más…
f) En razón de que Dios es nuestro Buen Padre
Celestial, nosotros como adoptados hijos suyos somos hechos herederos, y no
simples herederos, sino coherederos con Cristo. Este hecho maravilloso de la
paternidad de Dios sobre nosotros revela la profundidad del gran amor de Dios
hacia cada uno de sus ahora hijos, ya que en el pasado sin Cristo estábamos
lejanos de la paternidad de Dios, y, cual vagabundos desamparados, estábamos
sucios por el pecado y sin el calor del hogar de un buen padre. Estando en esa
penosa condición, y siendo totalmente indignos del amor del Padre Celestial, él
nos amó y nos adoptó como hijos suyos por puro afecto de su buena voluntad para
con nosotros. La escritura dice: [Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo, según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él, en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad] Efesios 1:3-5.
Demos siempre gracias a Dios quien nos amó con
amor eterno, y en su infinita gracia para con nosotros no solo nos adoptó como
hijos, sino que nos dio herencia eterna con Cristo Jesús.
¡Que maravillosa verdad: tenemos a Dios como
Nuestro Padre Celestial¡ ¡Celebremos su amor a diario, honrémosle y sirvámosle
con alegría¡ Aprendamos a imitarle estando íntimamente cercanos a él; ¡gocémonos
en una comunicación de un lenguaje único y especial del Espíritu, y gocemos de
su provisión y herencia¡