jueves, 22 de agosto de 2013

SETIEMBRE, MES DE LA INDEPENDENCIA Y MES DE LA BIBLIA.

En este mes de setiembre los pueblos centroamericanos celebramos la independencia, y lo hacemos con bombos y platillos, mostrando la alegría que eso significó en su momento. Muy seguramente son muchos los beneficios de la independencia, aunque merece una seria discusión lo que hemos hecho con esa independencia. Pero mas allá de la independencia política que so logró al separarnos de España, quiero hacer notar que aún somos esclavos de muchas cosas que nos mantienen como tributarios, dando nuestras fuerzas y riqueza a estas cosas: Nuestros pueblos viven esclavos de vicios, de violencia, miseria y subdesarrollo; Y el tributo que tenemos que pagar es en gran manera precioso: Los vicios nos roban el vigor, la salud y la dignidad; la violencia nos roba la paz, la tranquilidad y la seguridad; la miseria nos roba la dignidad de personas y la alegría de vivir, nos roba la esperanza y las oportunidades de superación personal; Y el subdesarrollo nos roba la oportunidad de obtener todos los beneficios de nuestra producción y recursos, y hace que regalemos las mejores empresas a los extranjeros, ya sea por no estar preparados técnicamente o por la falta de capitales para invertir. En fin, la carga “tributaria” de estas nuestra falta de independencia de esas cosas es en demasía grande. ¡Necesitamos una independencia mayor que la política¡ Y esa independencia de estas cosas que nos han conquistado no va a venir si primero no nos hacemos conscientes de ellas, y al tener conciencia de esas dependencias nocivas, tomar la decisión de ser verdaderamente independientes en un modo integral. Pero por mas que resulte extraño, y hasta ambiguo, nuestra verdadera independencia, sobre todo en el área de los vicios y ataduras, no será posible sin instaurar otra dependencia: La dependencia de Dios. Y en esta nueva tarea de hacernos dependientes de Dios, la biblia juega un papel fundamental, pues la dependencia de la palabra de Dios es la recomendación de Dios para alcanzar verdadera prosperidad y verdadero bienestar. Eso nos lo deja bien claro Dios a través del libro de Josué. Allí, en el capítulo uno y sus primeros versos, Dios le dice a Josué, un joven Lider de la naciente nación de Israel: 

"Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" 


El pueblo de Israel buscaba formar una nación próspera: buscaba una tierra que fluye leche y miel, pero Dios les hizo notar que la consecución de ese anhelo sólo sería posible haciéndose dependientes de la palabra de Dios permanentemente. Así que en este mes de la biblia, lo mejor que nos puede pasar es que, a la par de celebrar nuestra independencia política, nos convirtamos permanentemente en dependientes de la palabra de Dios.

Oremos para que esto sea una realidad.

miércoles, 10 de julio de 2013

PASOS HACIA UNA GLORIA MAYOR Y SU CONSERVACIÓN (basado en Jeremías 29:10,11).

  1. Se deben terminar los años de cautividad.
Esa cautividad es cual alejamiento del santuario:
Salmos 137:1 Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion. 137:2 Sobre los sauces en medio de ella Colgamos nuestras arpas. 137:3 Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. 137:4 ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová En tierra de extraños? 
Estas tristes palabras del salmo 137 son el más elocuente testimonio de los tristes efectos de la esclavitud del pueblo de Israel que fue llevado cautivo a Babilonia. Esa cautividad apagó todo gozo en aquellas pobres personas: “colgamos nuestras arpas” es la conmovedora frase que usa el salmista para expresar el quebranto cruel de la esclavitud de sus coterráneos. ¡Su gozo se había apagado a causa de la esclavitud¡ Habían sido arrancados de su tierra y del santuario de su Dios, habían sido desarraigado de los lugares santos y de los deleites mas íntimos de sus almas. Y estando en la cautividad añoraban con todas las fuerzas de su alma volver a su tierra y al santuario de su Dios. El salmista evoca aquellos tiempos amargos al decir: “junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion”
Ante este panorama surge una cruel ironía a la cual hace referencia el salmista al decir: “Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion” Pero ¡cómo puede cantar el alma cánticos espirituales estando en esclavitud¡ En la cautividad no hay gozo del alma. Ellos se dieron cuenta de esta triste realidad al pedírseles que cantaran aquellos cánticos, pues supieron que tales cánticos eran la expresión del alma extasiada por la presencia de la bondad y la gloria de Dios. Pero ellos habían perdido tales deleites al ser desarraigados del santuario. Su deleite se cambió por amargura y quebranto; se dieron cuenta que en la cautividad no hay gloria ya que la gloria estaba en el santuario. ¡Ellos fueron arrancados del santuario de su Dios, y con ello su gozo se marchitó, y en cambio, el llanto ocupó el lugar del gozo. Y así, sentados junto aquellos ríos de Babilonia, sus lágrimas parecían aumentar el caudal de aquellos ríos que fluían hacia el inmenso océano. Tal penosa circunstancia les hizo comprender que si querían que el gozo volviera a reverdecer en sus vidas, debían terminarse los años de su cautividad; debían volver al santuario de la gloria de Dios.
Al igual que los cautivos de Babilonia, muchos creyentes han sido cautivos de vicios y pecados que los han alejado de la presencia de Dios. Y a decir verdad, todos los que se hayan cautivos del pecado están fuera de la gloria de Dios que trae gozo y deleite al espíritu humano. Pero lo que es mas triste es que el creyente haya sido alejado de la presencia de Dios, no por poderosos enemigos que a fuerza los lleven cautivos, sino que ellos mismos se han hecho cautivos de vicios y pecados que los mantienen alejados del verdadero gozo del alma, el cual es la gloriosa presencia de Dios. Otros han sido presos de la pereza y el desinterés por la presencia de Dios, y aunque anhelan el goza de la vitalidad de la presencia de Dios, no pueden librarse del pesado yugo del desánimo y la pereza. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que muchos creyentes se hayan en cautividad, y cual los israelitas cautivos en Babilonia, se sientan en lugares que parecieran ser distractores de ocio, pero no hayan en tales lugares y actividades el gozo del alma que perdieron con su alejamiento de la presencia de Dios. El internet, la televisión, los “moles” el cine etc. son lugares cual “ríos de babilonia” ante los que se sientan y aún así no encuentran aquella satisfacción que buscan. ¡Deben darse cuenta que en la cautividad no hay verdadero deleite¡ En la cautividad no hay verdadero gozo en el alma. Ciertamente hay muchas lágrimas y quebranto en el estilo de vida de cautividad del pecado; hay mucha amargura y dolor en el alejamiento del santuario de la presencia de la gloria de Dios.
Pero si como los israelitas cautivos en Babilonia, los creyentes cautivos de los vicios, la pereza espiritual y el pecado se dan cuenta que el gozo del espíritu está en volver al santuario de la presencia de Dios, al altar personal, entonces hay esperanza de que sus lágrimas sean vistas por Dios y se acuerde de ellos para visitarles en su cautividad. Debemos darnos cuenta que toda cautividad del creyente comienza por un alejamiento del altar hasta terminar en un alejamiento del santuario. Los israelitas no fueron llevados sin causa a la esclavitud en Babilonia. Fue el paulatino alejamiento de la presencia de Dios y de su palabra lo que finalmente desembocó en su quebrantamiento y en su cautividad. Ese alejamiento hizo venir la ruina y el desarraigo de su tierra y del lugar del santuario de la gloria de la presencia de Dios. Por eso, si el creyente ha de volver a la gloria de la presencia de Dios, ha de buscar ser libre de su cautiverio, ya que en la cautividad no hay gloria, en la cautividad no hay cánticos de gozo.
La libertad de toda cautividad se haya en la presencia de Dios.
Por eso, a esa libertad precede una búsqueda de Dios en profunda intercesión: 4. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. 5. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; (Nehemías 1).
Todo creyente que sabe que su vida ha sufrido un alejamiento del santuario, ha de desear con vehemencia volver al lugar de la manifestación de la gloria de Dios. Para los israelitas cautivos en Babilonia ese lugar de la gloria de Dios era el santuario en Jerusalén. Pero ese santuario y esa ciudad estaba derribada, quemada y desolada. Con todo eso, los israelitas sabían que su libertad estaba en volver al santuario en Jerusalén, pero que no solo debían volver al santuario en su tierra de la que habían sido desarraigados, sino que debían volverse hacia Dios. Es así que vemos a Nehemías volviéndose en profunda intercesión delante de Dios, con profunda humillación, con clamor y lágrimas, con ruego y ayuno.
El creyente que de verdad desee salir de sus cautividades ha de volverse en humillación delante de Dios, ha de volverse en a Dios en profunda intercesión por él y por aquellos que están en su misma condición.
Pero eso demanda una toma de conciencia de la condición ruinosa del santuario: 2. que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. 3. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. (Nehemías 1:2,3).
Nehemías se dio cuenta que la verdadera razón de su cautividad y la de los suyos era su alejamiento de la obediencia a la palabra de Dios. El sabía que él y sus compatriotas eran culpables de su cautividad, pues desde sus padres se habían alejado de Dios. Pero ahora que quieren volver a su tierra, al santuario de la gloria de Dios, sabe que el altar y el santuario de Dios deben ser restablecidos. Por lo cual vuelve sus ojos al santuario para tomar conciencia de su verdadero estado. Y al darse cuenta que el santuario está arruinado, se arrepiente delante de Dios por él y por los suyos, y toma la importante decisión de poner todo su corazón en el restablecimiento del altar y el santuario. Y este despertar del corazón de Nehemías era el cumplimiento de la palabra de Dios que les había profetizado Jeremías diciendo: “10. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.12. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13. y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar” (Jeremías 29:10-14).

  1. Se debe buscar provisión para volver a edificar el santuario.
El paso a una gloria mayor es propiciado por:
a) Una visitación de Dios: 10. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. (Jeremías 29:10). Los años de cautividad deben acabarse, pero no terminarán sin una visitación de Dios. Esa fue una de las promesas de Dios a los israelitas, que a pesar de haberlos dejado ir en cautividad, Dios les prometió que esa cautividad tendría un límite, que no estarían en cautividad todas sus generaciones sino que serían libertados, pero que antes que esa libertad se hiciera efectiva, él les visitaría en la tierra de su cautividad. Y efectivamente Dios les visitó.
Del mismo modo, Dios ha decidido visitar a toda la humanidad para liberarnos de nuestras cautividades, y para ello nos envió a su Amado Hijo Jesús.
15. Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; 16. El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció. (Mateo 4:15,16).

b) Un despertamiento de la buena palabra de Dios: y despertaré sobre vosotros mi buena palabra,”…
Pero Dios no solo despertó su buena palabra para los israelitas cautivos en Babilonia, sino que también ha despertado su buena palabra para todos los cautivos de todos los pueblos y en todas las edades. Ese despertamiento de su buena palabra para con todos los seres humanos se manifestó en la persona de Jesucristo. De hecho, el mensaje y la predicación de Jesucristo es llamado “Evangelio” que significa “buenas nuevas” para evidenciar que el mensaje de nuestro Señor Jesucristo es el despertamiento de la buena palabra de Dios sobre la humanidad entera.
16. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18. El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19. A predicar el año agradable del Señor.20. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. (Lucas 4:17-21).
Sin duda, la manifestación de Jesucristo trajo el despertamiento de la buena palabra de Dios.

c) La intención de Dios de devolvernos a su santuario: “para haceros volver a este lugar”
23. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.24. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23,24).

Lo primero que esa buena palabra despertará es el espíritu de los que quieran edificar el santuario: 5. Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén. 6. Y todos los que estaban en sus alrededores les ayudaron con plata y oro, con bienes y ganado, y con cosas preciosas, además de todo lo que se ofreció voluntariamente. (Esdras 1).
La aparición de Cristo es el cumplimiento de ese tiempo de despertamiento de la buena palabra de Dios que anuncia al hombre que sus días de cautividad se han terminado para dar paso a un regreso a la comunión con Dios, para un retorno al altar de la presencia de Dios donde el ser humano haya su deleite y el verdadero gozo de la gloriosa presencia de Dios. El altar de la presencia de Dios que no se haya ahora en Jerusalén ni en un monte sagrado, sino en la búsqueda sincera del corazón que en espíritu y verdad adora a Dios, y que hace de esa adoración un verdadero estilo de vida, que mantiene el fuego del altar encendido, que cual tizones se mantienen ardiendo por permanecer en la constante presencia de Dios. Y como los israelitas que volvían de la cautividad de Babilonia entendieron que la edificación del altar y del santuario era fundamental para asegurar la libertad devuelta y para mantener el gozo de la presencia de Dios, el creyente en Cristo Jesús ha de saber que el altar de Dios es fundamental para celebrar y mantener la libertad que en Cristo se nos ha dado. La adoración y la continua búsqueda del rostro de de Dios ha de ser el estilo de vida de todo creyente verdadero. Por eso decimos que el creyente a de edificar el altar de la continua comunión con Dios.
Esa edificación del santuario demanda:
a)    Que los sacerdotes vistan sus ropas santas. “Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas”. Una vuelta al altar y al santuario demandó de los israelitas que retomaran sus posiciones asignadas por Dios. Y la primera asignación de Dios es la santidad sacerdotal. Los sacerdotes debían vestir sus ropas santas para permanecer en el altar y el santuario, así que, apenas comenzaron a reedificar el santuario, los primero que ellos hicieron fue demandar la santidad y la presencia de los sacerdotes en el altar y el santuario. Pero los creyentes nos hemos olvidado de esta demanda de Dios, hemos olvidado la santidad y nuestra continua presencia delante del altar de Dios. Pero nuestro llamado después de haber sido liberados de nuestras cautividades es vestirnos de la santidad del Señor y presentarnos permanentemente en el altar de la presencia de Dios. La falta de santidad es el mayor obstáculo para que la gloria de Dios sea manifiesta en el santuario. Es por ello que la palabra de Dios nos demanda santidad, y nos dice que nosotros los creyentes libertados de la cautividad del pecado, somos un sacerdocio santo: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (1 Pedro 2:5). Y de la misma manera que los israelitas que volvieron de la cautividad de Babilonia echaron el cimiento del santuario y del altar y dispusieron un sacerdocio santo continuamente presente ante Dios, también para el creyente que fue libertado de la cautividad del pecado se echó un cimiento de un nuevo santuario que demanda una permanente ministración de los sacerdotes santificados. Cristo fue la “primera piedra” de ese nuevo santuario que se ha establecido para establecer el sacerdocio santo de los creyentes. Por lo cual, también nosotros debemos hacer como los israelitas que volvieron de la cautividad: debemos vestirnos de santidad para estar presentes ante el altar de la presencia de Dios: “Por lo cual también contiene la Escritura:  He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;  Y el que creyere en él, no será avergonzado” (1 Pedro 2:6). Vemos pues, que nuestra primera piedra del santuario ya fue puesta como cimiento, por tanto, nos toca vestirnos de santidad para que la gloria de Dios se manifieste en el altar de adoración que permanentemente debe estar levantado para Dios.  

b)    Que se despierten las trompetas. “y con trompetas”,
Las trompetas son una señal de los hijos de la libertad; no se euenan trompetas en la cautividad. Una vez que el creyente ha sido libre, al igual que los israelitas que reedificaban el santuario empezaron a tocar trompetas, el creyente debe saber que cual trompetas ha de estar proclamando la libertad con que fuimos hechos libres en Cristo. Las trompetas son para proclamar gozo, alegría y júbilo; son para convocar a la defensa de la libertad, para llamar a la guerra y para proclamar la victoria sobre los enemigos; las trompetas son para proclamar la celebración de fiesta delante del Señor. Y los que hemos sido libres en Cristo debemos “sonar trompetas” en el altar; debemos convocar a la adoración, debemos convocar a celebrar fiesta a Dios; pero también debemos convocar a la guerra contra nuestros enemigos, debemos convocar a la intercesión y la victoria.
c)    Que se despierten los címbalos. “y a los levitas hijos de Asaf con címbalos” para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel”
Los que volvieron de la cautividad de Babilonia no solo comenzaron a reedificar el santuario y retomaron la santidad del sacerdocio delante de la presencia de Dios, sino que además tomaron con fuerza sus posiciones asignadas para la alabanza de Dios. Por ello tomaron sus trompetas y tomaron sus címbalos para proclamar alabanza con júbilo a su Dios. No hay manifestación de la liberación de la cautividad sin despertamiento de la alabanza, sin un despertamiento del gozo y el júbilo. Por ello, el creyente no solo ha de vestirse de santidad sino que ha de tomar su lugar en la celebración jubilosa de esa libertad delante de Dios. La alabanza ha de despertar con fuerza en aquellos que hemos sido libertados del cautiverio del pecado. Los címbalos de júbilos deben despertarse en la vida de todo creyente que pues Dios le ha libertado.
d)    La reedificación del altar trae un despertamiento poderoso de la alabanza que provoca una profunda conmoción. (Esdras 3:10-13).
Vemos pues que el volver de la cautividad y la reedificación del santuario trajo un retomar de la santidad del ejercicio sacerdotal, trajo un despertamiento de las trompetas de celebración y convocación de guerra, y trajo un retomar de címbalos de júbilo, un retomar de la asignación de la alabanza. Por ello, el creyente que ha sido libertado en Cristo Jesús debe tomar su lugar en una vida de continua celebración de la celebración jubilosa de la alabanza a Dios. Si has sido libertado en Cristo, el tiempo de luto, el tiempo de la angustia y la amargura de la cautivad han pasado para dar paso a un tiempo de refrigerio espiritual donde la alabanza debe ser el símbolo permanente de esa libertad obtenida. En buena medida la buena palabra que Dios les prometió despertar para con los israelitas cautivos era que les daría un nuevo manto, ya no uno de luto por su condición de cautividad, sino uno de gozo, uno de libertad. Sus arpas que habían colgadas en las riberas de los ríos de Babilonia ahora serían retomadas; ahora sus bocas se llenarían de alabanza, retornarían sus deleites espirituales. Veamos: “1. Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, Seremos como los que sueñan.
2. Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.
3. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres.
4. Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, Como los arroyos del Neguev.
5. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
6. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmos 126).
Esto es lo que Cristo ha hecho con el creyente: ha traído un nuevo manto: libertad. Hemos vuelto de la cautividad del pecado, y por ello debemos retomar nuestras arpas; debemos ser como los que sueñan, cuyas bocas se han llenado de risas y cuyos labios se han llenado de alabanza, pues Dios ha traído un nuevo manto: uno de júbilo, y no de luto:  El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
2. a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;
3. a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:1-3).

lunes, 17 de junio de 2013

ABA PADRE

Extracto de la prédica del domingo 16 de Junio en Iglesia Visión Jesed, Heredia.

ABA PADRE.
En ocasión de ser el día en que se celebra el día del padre, me ha parecido oportuno predicar este sermón alusivo a la paternidad de Dios.
Para comenzar debo decir que la paternidad de Dios nunca fue bien entendida en el pasado, bien que los hombres han invocado a Dios desde la antigüedad, y aunque es cierto que los judíos alguna vez llamaron padre a Dios, el ser humano jamás comprendió la profunda verdad de la benigna paternidad de Dios. Pero Dios siempre ha querido mostrar al ser humano la hermosa verdad de su paternidad. Con ese fin estableció la paternidad humana, para que los padres tuviéramos el privilegio de representar la paternidad misma de Dios aquí en esta tierra. Pero los hombres hemos sido siervos negligentes al cumplir con esta encomienda de Dios, pues hemos ensuciado el ejercicio de la paternidad al ser ásperos, injustos, desamorados y malos protectores, al ser malos formadores y proveedores de nuestros hijos. Pero el deseo de Dios es que los padres sean un reflejo de la paternidad de Dios aquí en la tierra; que al ejercer nuestra paternidad, nuestros hijos tengan una clara noción de lo que es Dios como Padre Bueno, que nuestro ejercicio de la paternidad imprima  en sus conciencias una imagen  correcta de lo que es Dios, para que cuando Dios toque las puertas de sus corazones nuestros hijos tengan la confianza de acercarse con confianza a los brazos del Amante Padre Celestial. Pero como ya dije antes, los hombres hemos fallado al cumplir este deseo de Dios. Claro que hay razones que causan ese fallar nuestro al dejar de alcanzar este buen propósito de Dios. Y la razón quizá más importante de este fallo o fracaso en nuestro cumplimiento sea la lejanía de nosotros con Dios. Siendo que Dios es nuestro modelo, se hace sumamente necesario que estemos tan cerca de Él como sea posible para aprender de él la forma en que debemos cumplir con la misión de ser padres que representemos la mismísima paternidad de Dios; porque, ¿cómo puede uno representar a alguien a quien no conoce de cerca? Este sermón pues, tiene la intención de mostrar la benigna paternidad de Dios, primeramente, para que nos llenemos de confianza al acercarnos a Dios, y segundo, para que nos inspire a cumplir con la dignidad que corresponde el ser representantes de la paternidad de Dios para con nuestros hijos.

Como ya se dijo anteriormente, la lejanía con Dios nos impide poder representar su paternidad fielmente. Y es en este punto donde se hace primordial la necesidad de que alguien que haya sido íntimamente cercano a Dios nos pueda transmitir el conocimiento de cómo es El Padre Celestial. Es así que la persona y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo cobran relevancia suprema. Ya que es Jesucristo el único que ha descendido del cielo, es él el único que ha venido desde el mismo seno del Padre. Las Escrituras dicen: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Juan 1:18). Este texto pone de relieve la importancia de nuestro Señor Jesucristo como testigo único y plenamente autorizado para enseñarnos la verdad acerca de Dios el Padre. Y esto es así, no solo por ser Cristo uno que veía constantemente a Dios, sino que él era íntimo de Dios Padr , pues él está en el seno mismo de Dios.
Nuestro Señor Jesucristo, pues, es el más indicado para dar a conocer la verdadera paternidad de Dios. Esta comprensión la llegaron a adquirir los discípulos de Jesús. Y sabiendo que necesitaban obtener el verdadero conocimiento de quién es verdaderamente Dios, le rogaron a Jesús que les enseñara acerca de cómo tener la misma confianza que Jesús mismo tenía para con el Padre Celestial.
En Mateo capítulo 6 encontramos una petición importante que los discípulos de Jesús le formulan respecto de cómo orar. Ellos han visto la confianza con que Cristo se acerca en oración a Dios y cómo éste le responde, y están admirados de esta relación de confianza y comunión, y quieren este beneficio para ellos mismos en su relación con Dios. Cristo, pues, va a descubrirles cual es el secreto de su relación de confianza con el Dios Eterno y Poderoso de cielos y tierra: él les refiere que su confianza al orar y tener comunión con Dios esta fundamentada en el hecho de que Dios es su Padre, y que este mismo hecho es cierto acerca de ellos y Dios, y que por tanto, ellos también pueden ejercer eta misma confianza al orar y tener comunión en su relación con el Eterno y Poderoso Dios de los cielos.
Nuestro Señor Jesucristo plasma su enseñanza acerca de la confianza al orar en Mateo capítulo 6 donde les da el modelo de oración al que hemos llamado como “el padre nuestro” pero esa no es una oración como hemos pensado tradicionalmente, sino que esas palabras contenidas en el padre nuestro son un modelo para la oración, y es la enseñanza fundamental de la razón por la cual entendemos y aprendemos a tener confianza al orar. De esas palabras recopiladas por Mateo podemos aprender que nuestro Señor Jesucristo está diciendo:
En razón de que Dios es mi Padre y el de ustedes, por ello:
a)    Ustedes pueden acercarse con confianza al Dios de los Cielos. Por eso, al orar ustedes háganlo como quien se acerca al mejor de los padres, como quien se acerca a un buen y amoroso padre. Pero no olviden que este Padre no es un padre cualquiera, sino que deben tener en sus conciencias que este buen padre es el Dios Altísimo de los Cielos. Y por eso,
b)    Ustedes deben santificar su nombre. Al orar tengan en la mas alta estima el nombre de su Padre Celestial, porque todo padre merece honra. Y es que debemos saber que el hecho de que Dios demanda que los hijos honren a sus padres se basa en el hecho de que los padres terrenales son una figura de la paternidad misma de Dios.
c)    Ocúpense de los negocios de su Padre Celestial. Entiendan que Dios tiene un reino en los cielos, el cual quiere extender a la tierra que ustedes habitan. Y recuerden que todo buen hijo cuida la hacienda de su padre y se ocupa de que esa hacienda se aumente. Ustedes, pues, deben desear que el Reino de Los Cielos sea sobre ustedes estableciéndose en esta tierra. Y por causa de que Dios es su Padre ustedes deben trabajar en la extensión de ese Reino de Dios, y poner su corazón en ello.
d)    Y en razón de que Dios es su padre, el cual es Altísimo en dignidad, ustedes deben obedecerle, acordándose que él no solo es su Buen Padre Celestial, sino que además es su Rey que reina en los cielos. Y como siendo que no hay padre sin honra ni rey sin obediencia, reconozcan el Señorío de su Buen Padre Celestial, el cual debe reinar en sus corazones y en su entorno. Por ello, deseen que la voluntad de Dios sea hecha aquí en la tierra como se hace en la tierra. Pero entiendan que el primer lugar en que debe hacerse la voluntad de Dios es en sus corazones. Se puede decir con certeza que nuestro Señor Jesucristo está diciendo a sus discípulos que si ellos se ocupan de honrar a Dios, si santifican su nombre y se ocupan de su reino, y si se ocupan de que la voluntad de su buen Padre Celestial sea hecha aquí en la tierra, en consecuencia,
Ellos pueden esperar que Dios les provea de todo aquello que tengan necesidad en su diario vivir, pues en razón de que Dios es su padre, y que, consecuentemente ellos le honren y sirvan, cual buen y justo padre, Dios se ocupará de ser su buen y eficiente proveedor. Es en razón de que Dios es nuestro Buen Padre Celestial que podemos pedirle que supla nuestras necesidades. En este respecto jamás seremos inoportunos con Dios al presentarle nuestras peticiones. El hecho de que él sea nuestro Padre garantiza su benevolencia hacia nosotros, y nunca estará mal que usted y yo presentemos a diario nuestras necesidades ante el trono de su gracia. Mas bien, Dios vería como impropio el que uno de sus hijos presentara sus necesidades ante otros que no tienen esta misma relación de paternidad, y, de igual manera que cualquiera de nosotros se disgustaría al encontrar  a sus hijos pidiendo aquellas cosas que solo a nosotros como padre nos corresponde suplir, también Dios vería como impropio que sus hijos tengan mas confianza  de pedir a otros que a él mismo. Pedir para nuestras diarias necesidades, es uno de los mas grandes privilegios que nos da el hecho de que Dios sea nuestro Padre Celestial. Pero resulta penoso ver como los creyentes se vuelven mendigos pidiendo a otros antes que a su Buen Padre Celestial. Es triste ver que hay una ceguera en relación a esta verdad de que Dios es nuestro buen Padre Celestial que nos provee, siendo Dios rico en abundancia. Esto me recuerda una de las parábolas de nuestro Señor Jesucristo.  En Lucas 15, Cristo habla de dos hijos que tienen un buen padre, y de ellos, el mayor parece ser alguien esforzado en los negocios de su padre, pero que no se logra sentir en confianza de disfrutar de los bienes de su padre, mientras que el menor usa en abundancia las riquezas de su padre al punto de gastarse su parte de la herencia, pero que a pesar de eso el padre todavía le da con generosidad de sus mejores bienes, ante lo cual en hijo mayor reclama: [He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas] Lucas 15:29-31. De la misma forma hoy día existen hijos de Dios que no han descubierto que la razón de que Dios sea su Buen Padre les abre las puertas del disfrute de su provisión. Y esto es lo que en buena medida les enseña nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos en el capítulo 6 de Mateo en los versos 9 al 15.
e)    En razón de que Dios es nuestro padre es natural que nosotros sus hijos le imitemos. Esta verdad es enseñada por Jesucristo en capítulo 5 donde exhorta a sus discípulos a ser perfectos como su Padre Celestial. Allí les dice que el Padre celestial es virtuoso dando de su bondad y generosidad a buenos y malos, y que por tanto, para que ellos como hijos reflejen la paternidad de Dios deben amar no solo a sus amigos sino también a sus enemigos. Y también otras escrituras del Nuevo Testamento encontramos esta implicación natural de esta relación de la paternidad de Dios sobre nosotros sus hijos. Por eso, en ocasión de este día especial en que se celebra la paternidad humana, y que en buena medida por ello nos viene al recuerdo la tierna forma en que nuestros pequeños hijos nos han imitado de tantas tiernas maneras haciendo aquellas cosas que nosotros hacemos como rasurarnos, vestirnos etc. Resulta oportuno recordar que de la misma manera debemos tratar de imitar las obras de nuestro Buen Padre Celestial, pues resulta natural que los hijos quieran y anhelen imitar a sus padres. Pero en este punto debemos reconocer que para imitar a alguien hace falta una cercanía con él, pues no podemos imitar las obras de aquel a quien no tenemos cerca, no podemos imitar a quien no conocemos ni sabemos de cerca cómo actúa. De nuevo aquí cobra relevancia la persona de Jesucristo. Viene a mi mente sus palabras que dicen: [Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve HACER AL PADRE; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente] Juan 5:19. Esta escritura nos demuestra efectivamente que a un hijo de Dios le es natural hacer o imitar lo que ve hacer a su padre. A Cristo le resulto fácilmente natural el hacer las cosas que había visto hacer a su propio padre, a Cristo le resultó natural el hablar lo que había oído hablar a su padre. Y para que Cristo pudiera ver actuar y oír hablar a su Padre le fue necesario e imprescindible el estar íntimamente cercano a él. De la misma forma, nosotros como hijos de Dios debemos imitarle como cosa natural en consecuencia de nuestra naturaleza de hijos, pero sigue siendo imprescindible que también nosotros seamos íntimamente cercanos a Dios nuestro Buen Padre Celestial, para que ello nos de la oportunidad de conocer sus obras y sus palabras, para que luego las podamos imitar.
En razón de Dios es nuestro Padre Celestial se nos da un lenguaje secreto y especial a través del cual podamos comunicarnos efectivamente con Nuestro Buen Padre Celestial. Este lenguaje no nos es enseñado por hombre alguno, ni viene en tomos escritos, sino que este lenguaje nos viene como un sistema operativo implantado en nuestro interior por el mismo Espíritu de Dios que es depositado en nuestro espíritu humano para que él nos enseñe ese lenguaje efectivo de comunicación. La razón de Cristo tuviera la maravillosa comunicación que mantenía con el Padre Celestial no se hallaba en ninguna técnica humana que hubiese aprendido, ni en ningún secreto que maestros iluminados le hubieran trasmitido; su secreto radicaba en el maravilloso hecho de haber sido dotado con la presencia del Maravilloso Espíritu de Dios. Bien sabemos que humanamente los padres tenemos lenguajes especiales con que nos comunicamos con nuestros hijos, y que es imposible que nosotros no respondamos a ese lenguaje cuando nuestros tiernos retoños lo ponen en acción. Mis hijos me dicen cariñosamente “pa” y a ningún otro llaman “pa” y yo no puedo dejar de responder a esta palabra que sale del inconfundible timbre de sus voces. Por su parte la palabra de Dios nos muestra que Dios nos ha dado su Santo Espíritu para dotarnos de un lenguaje especial que llega directo al corazón de Dios, sin importar el lugar físico del que clame alguno de sus hijos. Dios jamás dejará de atender ese lenguaje de llamado de sus hijos, sin importar el lugar o las circunstancias, Dios responderá a ese lenguaje. Ese tierno llamado que el Espíritu nos faculta a ejercer es directo al corazón del Padre Celestial, y aunque Dios no siempre te dará lo que deseas, siempre es seguro que él vendrá en tu auxilio. Un caso relevante que nos sirve de ejemplo en cuanto a la efectividad de este lenguaje se haya en los evangelios, allí, Cristo se haya en profunda angustia por el inminente sacrificio que le llevará a la muerte, y estando en esa angustia clama con ese lenguaje del Espíritu y dice: ABA PADRE. Lo cual puede traducirse como “papito mío” y aunque el designio de Dios es que él muera en expiación por el pecado de los seres humanos, no puede resistir al tierno lenguaje del Espíritu y se hace presente ante el clamor de su Hijo y lo reconforta y lo fortalece para terminar de cumplir su misión. Es de la misma forma que funcionó con Cristo que también con nosotros funciona este lenguaje de paternidad entre Dios y nosotros.  Y fue precisamente por eso que Cristo tuvo que morir en la cruz para darnos a nosotros la posibilidad de ser hechos cercanos a Dios al adoptarnos como hijos para que se nos diera también a nosotros el mismo Espíritu de su amado Hijo para pudiésemos clamar con efectividad a Dios a través de ese maravilloso y único lenguaje de paternidad espiritual de Dios. La escritura dice: [para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!] Gálatas 4:6. Así que cualquiera sea tu angustia o necesidad, puedes tener la certeza de que si clamas a Dios con el lenguaje del Espíritu, tú puedes estar seguro que nuestro Padre Celestial vendrá en tu auxilio. Y aunque según sea el designio de Dios, algunas veces no te librará de enfrentar la prueba, jamás te dejará sin consuelo o fortaleza para enfrentar tus más duras pruebas en la vida. Es vano tratar de lograr una comunicación eficaz con Dios a través de argumentos y razones humanas. Lo que es eficaz es clamar con el lenguaje especial de paternidad que Dios nos dio en la adopción de hijos suyos. La palabra de Dios nos dice: [Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con GEMIDOS INDECIBLES] Rom. 8:26.
Pero hay más…
f)     En razón de que Dios es nuestro Buen Padre Celestial, nosotros como adoptados hijos suyos somos hechos herederos, y no simples herederos, sino coherederos con Cristo. Este hecho maravilloso de la paternidad de Dios sobre nosotros revela la profundidad del gran amor de Dios hacia cada uno de sus ahora hijos, ya que en el pasado sin Cristo estábamos lejanos de la paternidad de Dios, y, cual vagabundos desamparados, estábamos sucios por el pecado y sin el calor del hogar de un buen padre. Estando en esa penosa condición, y siendo totalmente indignos del amor del Padre Celestial, él nos amó y nos adoptó como hijos suyos por puro afecto de su buena voluntad para con nosotros. La escritura dice: [Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad] Efesios 1:3-5.
Demos siempre gracias a Dios quien nos amó con amor eterno, y en su infinita gracia para con nosotros no solo nos adoptó como hijos, sino que nos dio herencia eterna con Cristo Jesús.

¡Que maravillosa verdad: tenemos a Dios como Nuestro Padre Celestial¡ ¡Celebremos su amor a diario, honrémosle y sirvámosle con alegría¡ Aprendamos a imitarle estando íntimamente cercanos a él; ¡gocémonos en una comunicación de un lenguaje único y especial del Espíritu, y gocemos de su provisión y herencia¡

jueves, 26 de enero de 2012

EL REINO DE LOS CIELOS


EL REINO DE LOS CIELOS
El presente estudio se publica con el objetivo de que el creyente pueda entender lo que es el Reino de los cielos, y lo que éste implica.  En este estudio estaremos abordando temas tales como: La definición del reino de los cielos, Su extensión, Los beneficiarios de ese reino, Lo que implica ser parte de ese reino, Los valores del reino, así como otros tópicos importantes relacionados con el reino de los cielos.
Nota: Este estudio se irá completando poco a poco, según el tiempo me lo permita. El bosquejo de las partes principales estará publicado pero sin contenido, pero ese contenido será publicado hasta completar el bosquejo completo.

DEFINICIÓN DE REINO
Dado que en la actualidad son pocos los reinos que aún subsisten en el planeta, y que no vivimos bajo reinos terrenales que nos den una comprensión de hecho de lo que es un reino, y de lo que éste implica. Eso hace que no podamos comprender claramente lo que nos comunica la palabra de Dios cuando nos habla del Reino de Los Cielos. Es por ello que antes de comenzar a hablar del Reino de los Cielos es conveniente definir lo que es un reino. 
Un reino, pues, es una extensión física  o un ámbito donde la autoridad de un rey se manifiesta, y en donde todas las cosas se ven afectadas por el poder y dominio del rey, estableciéndose su voluntad a través de sus leyes, normas y decretos. Y dicho mas simplemente, reino es un lugar donde reina un rey. Y aplicado esto a lo que es el reino de los cielos, podemos decir que, EL REINO DE LOS CIELOS es el establecimiento del gobierno de Dios, el ámbito donde se establece el reino de su voluntad.

LA CAUSA DE LA INJUSTICIA QUE REINA EN EL MUNDO

Al comienzo de la humanidad Dios comisionó al hombre para que éste fuera un gobernador que cuidara de mantener el cumplimiento de la voluntad de Dios en la tierra. Dicho de otro modo, Dios planeó establecer su reino en la tierra a través del hombre haciéndolo gobernante sobre toda la demás creación, y para que éste fuera una extensión de Dios mismo. De esto podemos encontrar referencias en el primer libro de La Biblia: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Génesis 1:27,28). El hombre, pues, debía gobernar la tierra como si Dios mismo estuviera ejecutando su gobierno, como si Dios mismo estuviera reinando sobre la tierra. Y en eso estaría asegurada la dicha del ser humano, ya que el mundo sería gobernado con las virtudes de Dios: El mundo sería un lugar en el que reinaría la justicia y el amor, dando como resultado un mundo de paz, de amor y de perfección moral. Ésa fue la la voluntad de Dios para el ser humano y para este mundo en que vivimos. Pero la realidad actual está tan lejos de ese deseo de Dios al punto punto de que es la injusticia la que ha llegado a establecer su reinado. 
Nuestro mundo pues, se ha salido del plan inicial de Dios. Y es por ello que, en un modo general, este mundo está fuera del reino de la perfecta voluntad de Dios. Eso ha degenerado en una gran cantidad de calamidades que el ser humano ha venido experimentando a lo largo de su existencia. Esas calamidades que sufre la humanidad son el producto de su alejamiento de la voluntad de Dios. Pero irónicamente, el ser humano cuando está ante las tremendas injusticias muchas veces culpa a Dios por sus desdichas. Son muchas las ocasiones en que, ante la injusticias, en el mundo han resonado estas quejas: "Y dónde está Dios" "Y si Dios existe, porqué hay tanto sufrimiento en este mundo" etc, etc, etc. Pero no es Dios el responsable de nuestras calamidades, sino nosotros mismos, que en nuestro obstinado corazón hemos desechado la voluntad de Dios, y en cambio hemos establecido la nuestra. Pero eso ha causado que ya no sean las virtudes de Dios las que rijan nuestro mundo, sino los mezquinos intereses del ser humano corrupto en el cual impera el egoísmo. Otra cosa muy distinta sería si el hombre al gobernar ejecutara la voluntad de Dios; si Dios fuese quien reinara, dado que Dios es justo por naturaleza, ello implicaría que el reino de su voluntad daría como resultado el establecimiento del gobierno de la justicia. Pero al salirse el hombre del gobierno de Dios, por consecuencia, esto ha desembocado en que el ser humano viva regido por una injusticia imperante. Es por eso que nuestro mundo es un lugar donde hay todo tipo de depravación, inmoralidad, explotación, hambre, guerras, violaciones de toda índole etc, etc. Todo esto nos deja ver que la injusticia reina nuestro mundo. 
Ante esa triste realidad del reino de la injusticia que ha echado raíces en nuestro mundo, solo queda buscar con anhelo que la voluntad de Dios sea restituida sobre la humanidad, y que el ser humano anhele la justicia de Dios; que de lo profundo de sus corazones los hombres clamen al Cielo por el establecimiento de su Reino. Eso es lo que Nuestro Señor Jesucristo nos ha enseñado como prioridad de los anhelos expresados en oración a nuestro Padre que está el lo cielos. Veamos: "Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:9,10). Pero aquellos que anhelan un mundo de justicia son unos pocos. No obstante, a estos pocos El Señor los llama bienaventurados. Y la razón que los llame bienaventurados es porque El saciará a todos aquellos que tienen hambre y sed de justicia; no de una justicia cualquiera, sino de la justicia perfecta, de la justicia de Dios. 
Pero se preguntarán cual es plan de Dios para saciar a todos aquellos que tienen hambre y sed de justicia. Bueno, ese plan se llama El Reino de los Cielos. 
El establecimiento del reino de los cielos es el establecimiento de la justicia de Dios en este mundo. Así que, si usted desea ser saciado de la justicia perfecta de Dios, usted necesita el reino de los cielos estableciéndose en su vida y en este mundo. Y aunque son pocos los que activamente están buscando con anhelo el establecimiento del Reino de los Cielos, ese profundo anhelo de justicia late en los corazones humanos desde milenios, ya que la justicia es una necesidad ancestral del alma del ser humano, dado que es parte esencial del diseño de Dios para nuestra vida. Y aunque ciertamente hay quienes viven sin ese sentimiento de necesidad de justicia, solo se debe  al hecho de que a ellos les ha tocado lo mejor de este mundo. Los pocos que en este mundo no anhelan un mundo mas justo, son aquellos que, amparados a la injusticia, reinan con ella explotando y abusando de los muchos. En cambio, son millones de seres humanos que viven los crueles embates de la injusticia, y es en ellos en quienes  late un profundo anhelo de un mundo mejor donde la justicia reine. Y es el reino de los cielos ese mundo mejor donde reinará la perfecta justicia de Dios. Pero aunque son unos pocos los que no viven los embates de la injusticia, y son los mas quienes si son víctimas del imperio de la injusticia, sin embargo, todos somos, en un grado mayor o menor, participante de la injusticia. Pues no solo los que disfrutan de las ventajas de este mundo hacen injusticia, sino que también quienes son víctimas de la injusticia son también victimarios de otros en muchos de sus actos, pues la injusticia se ha instalado no solo externamente, sino que lo ha hecho en el corazón de los individuos; y ya sean ricos o pobres, patronos o empleados, padres o hijos, todos participamos al actuar con injusticia en muchos de nuestros actos para con los demás. Así que el problema del imperio o reino de la injusticia no es una cuestión de tipos de sociedades o tipos de gobiernos que nos rigen, sino que es algo más que eso. Hay quienes han pretendido, y pretenden aún, erradicar el problema de la injusticia a través de tratar de establecer diferentes formas de gobiernos. Es así como algunos propugnan por el capitalismo, y otros por el socialismo; otros optan por el comunismo, y otros por la democracia; otros proponen que gobiernen los ricos, y otros que gobiernen los pobres; otros proponen que gobiernen los blancos, y otros que gobiernen los negros.  Otros se levantan en guerras, hacen revoluciones armadas, cambian las ideologías, pero todo sigue mas o menos igual. Pues el problema de la injusticia no es un asunto de ideologías, sino que ésta es un estado del corazón humano. Debemos entender que la injusticia se ha instalado reinante en el mundo por casa del pecado del los seres humanos. Como consecuencia de ello, la muerte, el dolor la amargura y el sufrimiento reinan en el mundo. Y mientras la injusticia siga reinando en el mundo, seremos llevados por los dolores del quebranto a seguir subyugados al imperio de la muerte en todas sus manifestaciones y formas. Pero, qué podemos hacer para revertir ese oscuro panorama de nuestro mundo. Bueno, primeramente debemos entender que el establecimiento de la justicia no es cuestión de encontrar formas de gobernar lo exterior, sino de establecer un nuevo orden en el corazón humano, donde una nueva identidad pueda nacer en su interior, dando paso a un nuevo régimen interior que gobierne benévolamente el corazón. Y eso, solo es posible con el establecimiento del reino de los cielos, primeramente en el corazón, de donde luego, a través de sus acciones para con sus semejantes, se irá estableciendo en su entorno social y físico. De cómo esto es posible, hablaremos a continuación.
EL REINO DE LOS CIELOS SE HA ACERCADO
Como ya dijimos, el hombre se ha alejado de Dios, saliéndose de sus propósitos ha caído en las garras crueles del imperio de la injusticia, la cual no se debe a alguna forma de gobierno o tipo de ideología, sino que es una condición del corazón humano. Esa condición del corazón requiere una transformación interior que haga posible el establecimiento de un nuevo orden donde una nueva identidad nazca en su interior, la cual sea capaz de gobernar benévolamente el corazón. Pero para que esto sea posible, es necesario que antes seamos convencidos en nuestro interior de que nuestro alejamiento de Dios es la causa de nuestra penosa condición de injusticia. Es necesario que nos demos cuenta que nuestra soberbia de creer que somos suficientes para gobernarnos bien sin Dios es la causa de nuestras mayores desgracias. Es necesario darnos cuenta en nuestra conciencia que hemos cometido un grave pecado delante de Dios al pensar y actuar de esa manera. Concordante con esto, Dios nos manda a arrepentirnos de nuestros pecados como una forma preliminar que de paso al establecimiento de su reino en cada uno de nosotros. Sin duda, Dios quiere establecer su reino en nosotros. El ha venido estableciendo todo un plan para que eso sea posible, y ese plan es transformar al hombre injusto en un hombre justo.  Pero como el pecado es la causa de toda injusticia, entonces Dios debe erradicar el pecado del corazón del hombre para poderlo tornar a la justicia. ¿Cómo es esto posible? Creando un nuevo hombre: Un hombre justo que cumpla con los requerimientos de Dios, el cual pueda someterse a la perfecta voluntad de Dios; un hombre en el cual Dios gobierne por entero; un hombre que sea capaz de engendrar una nueva simiente, una nueva generación de hombres y mujeres conforme al corazón de Dios, rendidos a su voluntad, rendidos a su gobierno, en los cuales El pueda reinar y establecer su reino a través de ellos. Ese nuevo hombre ya fue creado, su nombre es Jesucristo. 
Ciertamente el reino de los cielos se ha acercado a los hombres, y la materialización de ese acercamiento del reino de los cielos a los hombres es Cristo Jesús. EL JUSTO es uno de los nombres que las sagradas escrituras asignan a Jesús. Precisamente, es Cristo Jesús la respuesta de Dios al problema de la injusticia en el mundo y en el corazón de los seres humanos. La Palabra de Dios nos dice que Cristo nos ha sido hecho justicia de Dios en nosotros. De cómo esto es posible hablaremos a continuación.

CRISTO ES LA MATERIALIZACIÓN REAL DEL REINO DE LOS CIELOS
La voluntad de Dios es sacar al hombre de la esclavitud y la tiranía de la injusticia; Dios quiere que toda persona en este mundo sea libre de la abrumadora carga de la injusticia, que cual sofocante desierto, ahoga las aspiraciones y anhelos más profundos del hombre de vivir una vida libre de amarguras y quebranto de espíritu que nos asedian como consecuencia del pecado que reina en este mundo a través de la injusticia. Dios quiere que tengamos tiempos de refrigerio. Pero para acceder a esos tiempos de refrigerio debemos ser consecuentes con la voluntad de Dios para con nosotros.  Dios manda que para que esos bienaventurados tiempos de refrigerio sean derramados sobre nosotros, primeramente debamos arrepentirnos de nuestros pecados y convertirnos a Dios. Su Palabra nos exhorta diciendo: “Arrepentíos y convertíos al Señor para que vengan sobre vosotros tiempos de refrigerios” Es por ello que el primer mensaje de exhortación que nos hace Cristo para poder entrar al reino de los cielos es éste: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” Por ello decimos que la cercanía del reino de los cielos demanda arrepentimiento como condición previa para poder entrar en ese reino de los cielos que Dios está trayendo a los hombres. Pero esta demanda de arrepentimiento no es un asunto superficial, sino que es el profundo estado de conciencia de nuestro pecado de desobediencia a Dios en el que nos damos cuenta que necesitamos volvernos de todo corazón a Dios para que Él nos transforme a su propia imagen y semejanza, despojándonos de nuestra naturaleza pecaminosa para evistirnos de una nueva naturaleza conforme a sus designios y buena voluntad. Esto es a lo que el Señor Jesucristo llama nacer de nuevo. 
Si entendemos que el reino de los cielos es el reino de Dios, debemos entender que no podemos entrar en ese reino con nuestra naturaleza pecaminosa que es una naturaleza mortal. Dios dice que Él no es Dios de muertos sino Dios de vivos. Pero tal vez usted se pregunte que quiero decir con esas palabras. Lo siguiente: En nuestra vieja naturaleza sin Dios, El nos considera muertos en delitos y pecados, es decir, que aunque estamos vivos para el pecado, sin embargo, estamos muertos para con Dios. Por lo cual, siendo Dios un Dios de vivos, no puede ser nuestro Dios a causa de estar muertos en nuestros delitos y pecados. Y es por ello que necesitamos tener de nuevo vida para que Dios sea de nuevo nuestro Dios, y que de este modo tengamos la potestad dada por Dios de entrar en su reino, el cual se ha acercado a nosotros a través de Cristo Jesús. Es por ello que Cristo le dice a un maestro de la ley llamado Nicodémo: “Te es necesario nacer de nuevo para poder ver el reino de los cielos”  

ES NECESARIO NACER DE NUEVO PARA PODER ENTRAR EN REINO DE LOS CIELOS
Todos aquellos que aspiramos a ser ciudadanos del reino de los cielos, de ese reino que se ha acercado a nosotros y se ha materializado en Cristo Jesús, debemos entender que para ello resulta imprescindible el tener una nueva naturaleza. Jesús deja muy bien sentado este principio espiritual al decirle a Nicodemo lo siguiente: “Te es necesario nacer de nuevo para ver el reino de los cielos” Y también le dice: “Te es necesario nacer de nuevo para poder entrar en el reino de los cielos” Pero, ¿Cómo podemos nacer de nuevo? ¿Y qué significa nacer de nuevo? De nuevo, es Jesucristo la respuesta de Dios. Pero para poder entender lo dicho por Jesús, es necesario entender algunas escrituras, entre las cuales, en el evangelio según san Juan, está una de las mas esclarecedoras. Allí, en el capítulo uno, dice: “A los que le recibieron (a Cristo) les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios. Los cuales no son engendrados de varón ni por voluntad de varón, sino de Dios” Así que nacer de nuevo solo es posible arrepintiéndonos de nuestros pecados (de nuestra vieja naturaleza) y recibiendo a Cristo en nuestro corazón. Es así como la naturaleza de Dios se engendra en nuestro interior produciendo la nueva naturaleza o nuevo nacimiento. Pero siendo éste un hecho espiritual, solo es posible entenderlo espiritualmente, ya que es El Espíritu de Dios, quien, luego de recibir a Jesucristo en el corazón, engendra en nosotros la nueva naturaleza venida de la esencia de Dios mismo. Y esto es posible solo posterior al arrepentimiento por la fe en Jesucristo. Lo cual hace posible el ser limpiados de pecados para que el Espíritu de Dios venga a nuestro corazón a engendrar la nueva vida de Dios en nosotros. Antes de esto es imposible esa obra del Espíritu de Dios en nuestro interior, por cuanto nuestra naturaleza muerta en delitos y pecados hace imposible la habitación del Espíritu de Dios en nosotros por ser Dios un Dios de vivos y no de muertos. Por eso dice la Palabra de Dios: “Y a vosotros, estando muertos en delitos y pecados, os dio vida juntamente con Cristo” Así que, si usted quiere entrar en el reino de los cielos y ser parte de sus manifestaciones, deberá nacer de nuevo antes de poder ver y entrar en ese maravilloso reino de los cielos que se ha acercado a nosotros a través de Cristo Jesús. Solo así le serán otorgados esos tiempos de refrigerios que Dios Ha preparado para derramar sobre aquellos que han escogido arrepentirse de sus pecados y convertirse a Dios para poder entrar en el reino de los cielos.

Hay quienes piensan que por otros medios pueden tener acceso al reino de los cielos que se ha hecho cercano a nosotros. Pero debemos entender que solo hacer la voluntad de Dios nos hace dignos del reino de los cielos. Y esa voluntad de Dios para nosotros es que podamos conocer a Cristo Jesús, lo cual implica arrepentirnos de nuestros pecados y recibir a Cristo Jesús para tener íntima comunión con El. Pues eso es lo que significa recibir a Cristo. Tener íntima comunión con El y recibir su doctrina como una guianza a través del Espíritu de Dios que viene a nuestro interior como consecuencia de haber sido limpiados de todo pecado, y en razón de haber sido hechos hijos de Dios. En este respecto, la Palabra de Dios dice: “Y a causa de haber sido hechos hijos, Dios envió su Espíritu a vuestros corazones”. Dios, pues, queriendo introducirnos a su reino lo ha hecho cercano a nosotros en la persona de su Hijo Jesucristo; pero siendo un Dios de vivos y no de muertos, ha tenido que darnos vida en Cristo Jesús para que podamos entrar en su reino. Conservar esa vida que se nos ha dado la potestad de tener a causa de haber sido hechos hijos de Dios en el nuevo nacimiento, es tener comunión íntima con Cristo Jesús y con nuestro Padre Celestial a través del conocimiento del Padre y del Hijo por la habitación del Espíritu de Dios en nuestro corazón. Cristo dice que esa es la vida verdadera que ha sido engendrada en nosotros los creyentes. Veamos: “Y ésta es la vida: Que te conozcan a ti, oh Padre, y a Jesucristo, a quien tú enviaste” Pero ese conocimiento no es un conocimiento en el intelecto humano, sino que es un conocimiento en la experiencia íntima de la comunión en El Espíritu Santo. El apóstol Juan lo dice así en una de sus cartas: “Y nuestra comunión verdadera es con El Espíritu” Y para poder tener esa clase de conocimiento que se obtiene únicamente a través de la comunión en El ESPÍRITU DE DIOS es necesario nacer de nuevo como hijos de Dios por su buena voluntad a través de la fe en Cristo Jesús.

SE NECESITA UNA JUSTICIA MAYOR QUE LA DE LOS RELIGIOSOS PARA PODER ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS
Hay quienes por sus esfuerzos en cumplir con ritos y con los mandamientos de la ley de Dios se consideran dignos de ser admitidos en el reino de los cielos. Desde la antigüedad hay quienes tienen  esa creencia, que a la luz de la palabra de Dios, resulta errada. La palabra de Dios deja clara y contundentemente sentado que no hay forma de ganar por mérito de obras humanas la justicia que nos haga dignos de entrar al reino de los cielos. Jesús dejó patentemente aclarada esta verdad en las siguientes palabras: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” Esa declaración de Cristo nos deja desconcertados a cerca de cómo sea posible entrar en el reino de los cielos con semejante condición de tener tan grande justicia. Pues cuando entendemos cómo eran los fariseos, los cuales eran en extremo celosos del cumplimiento de todos los ritos y requerimientos de la ley de Dios, nos damos cuenta que resulta sumamente difícil de igualar la justicia de ellos, y llega a resultar impensable el que podamos superar la justicia de los fariseos, al grado de que nuestra justicia sea mayor que la de ellos. Y cuando pensamos en la advertencia de Cristo que nos dice que para tener entrada en el reino de los cielos, nuestra justicia debe ser mayor que la de gente altamente religiosa y celosa del cumplimiento de los mandamientos de Dios, ello nos lleva a pensar que por nuestros esfuerzos en cumplir los mandamientos de Dios no podemos entrar en el reino de los cielos, y que debe haber otra forma de entrar en ese maravilloso reino de los cielos, que no sea la de las obras. Y entonces nos preguntamos: ¿Cómo obtener esta justicia mayor que la de los fariseos, la cual nos haga dignos del reino de los cielos? Y de nuevo, la respuesta se haya en  Cristo Jesús: Como ya dijimos, Cristo nos fue hecho justicia de Dios por nosotros. De tal manera que esa justicia mayor que la de los fariseos o fervorosos religiosos de cualquier edad, solo es posible de hayar en Cristo Jesús, quien fue declarado el Justo por excelencia. Y ello nos lleva a plantearnos la pregunta: ¿Y yo, como me hago acreedor de la justicia de Cristo? Pues bien, eso es posible a través del plan de Dios para nuestra salvación y perdón de nuestros pecados. Esa respuesta se llama fe. Es la fe en Jesucristo el Hijo de Dios lo único que hace posible que la perfección de la justicia de Cristo nos sea imputada a nosotros. En la carta a los romanos, el apóstol Pablo nos dice lo siguiente: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, en quien tenemos acceso a esta gracia en la cual nos gloriamos” A esto es lo que Dios llama Gracia, pues sin haber obrado por el esfuerzo nuestro, El nos declara justos por la fe en su Hijo Jesucristo. Y lo más hermoso de esto es que esta justicia, al ser la perfecta justicia de Cristo, es mayor que la justicia de los fariseos, y mayor que la justicia de cualquier otro religioso de cualquier época o edad por mas celoso que puedan ser en el cumplimiento de las cargas de la ley. ¡Eso es la gracia de Dios¡ Y es maravilloso ver cómo el plan de Dios provisto para nosotros los que creemos en Cristo Jesús, es que la justicia que nos es gratuitamente imputada por la fe en Cristo es mayor que las rigurosas obras de la religión que se esfuerza en vivir tratando de cumplir la ley y los ritos. Cuando el apóstol Pablo les escribe a los romanos, les recuerda esta hermosa y bienaventurada verdad: que la justicia que es por la fe en Cristo Jesús es mayor que todas las obras de la ley. Así pues, como para entrar al reino de los cielos se necesita una justicia mayor que la de los fariseos, la cual nos haga dignos del reino, y como la justicia de Cristo es la única que es mayor que toda otra justicia, y como por la bendita gracia de Dios, esa justicia nos es imputada por la fe en Cristo Jesús, debemos convertirnos a Dios a través de la fe en Jesús para tener amplia entrada en el reino de los Cielos. Como podemos ver, Cristo es El que nos hace dignos de entrar en el reino de los cielos. Por lo cual, si usted quiere entrar en el reino de los cielos, debe creer en Cristo Jesús y recibirle en su corazón.
Podemos ver pues, que es en la persona de Cristo que el reino de los cielos se ha acercado a los hombres. Cristo no solo es la materialización del reino de los cielos acercándose a los hombres, sino que es él la puerta y única entrada de nuevo a ese maravilloso reino de los cielos. Cualquier otra forma de acceder a ese reino es ineficaz e inútil. Dicho de otro modo, no hay ninguna otra entrada al reino de los cielos que se ha acercado a los hombres que no sea la conversión a Jesucristo. Nuestro regreso a Dios el Padre de quien nos hemos alejado, solo es Cristo Jesús. Concordando con eso, Cristo nos dice: "Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).   Por ello, si usted desea entrar a ese maravilloso reino de los cielos, usted debe creer en Cristo Jesús y recibirle en su corazón para que pueda entrar por la única puerta del reino. Y a partir de esa decisión, usted debe caminar en el único camino que nos lleva de regreso a Dios de quien nos habíamos alejado. Esa decisión implica poner a Dios reinando en nuestra vida; significa vivir de acuerdo a a su voluntad. Y puede ser que las implicaciones de la frase "vivir de acuerdo a su voluntad" le asuste, pero si eso pasa, solo se debe al hecho mismo de desconocer la genuina voluntad de Dios para su vida; ya que es posible que las concepciones falsas que la cultura religiosa haya implantado sean las que usted tiene a cerca de la voluntad de Dios. Pero la voluntad de Dios para el ser humano nunca fue mala, desagradable, ni mucho menos imperfecta. Muy por el contrario, la palabra de Dios nos dice a cerca de la voluntad de Dios, que ella es buena, agradable y perfecta. Veamos el texto bíblico: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12:2). Según nos deja ver claramente este texto, la idea falsa de que la voluntad de Dios para el ser humano es desagradable o imperfecta, se debe al hecho de que el entendimiento que el ser humano tiene de la voluntad de Dios está formada por un entendimiento moldeado por el mundo, y que ese entendimiento no corresponde a la realidad. Es por ello que el escritor bíblico nos recomienda desechar el entendimiento que este mundo nos ha moldeado, y que seamos transformados en nuestro entendimiento, porque solo así llegaremos al correcto entendimiento la verdadera cualidad de la voluntad de Dios para nuestra vida, la cual es: Buena, agradable y perfecta. Y si observamos bien el texto antes citado, nos daremos cuenta que que el escritor bíblico nos dice que si nuestro entendimiento es renovado, ello nos dará la posibilidad de comprobar la cualidad benigna de la voluntad de Dios.

LA BÚSQUEDA DEL REINO DE LOS CIELOS DEBE SER LA MAYOR PRIORIDAD DEL CREYENTE

Ciertamente el reino de los cielos se ha acercado a nosotros, pero no por ello todos pueden entrar en ese reino. Y pienso que una gran parte de la gente de este mundo desea tener entrada en el reino de los cielos, pero no basta con tener deseos de entrar a este reino de los cielos, no basta con adquirir un lenguaje que te acerque o te haga parecerte a un creyente verdadero. Puede que algunos adopten lenguajes y actitudes de gente creyente, pero ello nos les dará acceso al reino de Dios. Jesús dice: “No todo el que me dice Señor Señor, entrará al reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre” Y como ya vimos, la voluntad de Dios es que nos arrepintamos de nuestros pecados y que creamos en Cristo Jesús. Pero la voluntad de Dios, es además, que hagamos de la búsqueda del reino de los cielos y su justicia, la cosa mas prioritaria de nuestra vida. Esta demanda de la voluntad de Dios para el creyente es una de las cosas que mas reñida está con nuestro estilo de vida. Ciertamente la vida moderna demanda mucho de nuestro tiempo y energías, y puede que ello sea la excusa perfecta para que aquellos que se han empezado a acercar a Dios digan que no pueden hacer del reino de Dios y su justicia la cosa mas prioritaria de sus vidas, pues tienen largas jornadas de trabajo que además de ello, tienen largos desplazamientos hasta sus lugares de trabajo, y que tienen que hacerle frente a las agotaras tares y responsabilidades del hogar; pero eso no quita la demanda de Dios, quien nos exhorta a buscar prioritariamente su reino y su justicia. Pero cómo resolver eso, siendo que la realidad de la vida moderna nos consume el tiempo. Pienso que la búsqueda del reino de los cielos y su justicia de modo prioritario, no es una cuestión de tiempo, sino de actitud, pasión y enfoque. Pues también en la antigüedad la gente trabajaba largas jornadas, y Jesús no desconocía eso. Es más, muy seguramente él mismo participó de largas jornadas laborales ayudándole a su padre terrenal en las labores de carpintería. Por ello pienso que Cristo no se esta refiriendo a una exclusividad de tiempo dedicado a la búsqueda del reino de Dios, sino a un enfoque y actitud correctas hacia éste en cualquiera de las actividades que desempeñemos en nuestro diario vivir; Sea en las labores hogareñas y familiares, o sea en las labores profesionales y ocupacionales del trabajo remunerado, o en cualquier otro tiempo, espacio y labor, nuestro enfoque debe ser la prioridad del reino de los cielos. Y eso lo podemos lograr al hacer que el Señorío de Cristo prevalezca en todas nuestras actividades. Dios ha pensado en eso, por lo cual nos fija una forma de cumplirlo. El apóstol Pablo lo define así: “Y todo lo que hiciéreis, sea de palabra o de hecho, hacedlo como para el Señor. De tal manera que al obrar de esta forma en nuestro diario vivir en todas nuestras actividades, estaremos enfocados en darle el señorío sobre nuestras vidas a Cristo, lo cual nos haría cumplir con el llamado del Señor, de hacer del reino de Dios y su justicia, lo mas prioritario de nuestras vidas. Ahora bien, es importante entender el cómo la búsqueda del reino de Dios y su justicia, como cosa prioritaria de nuestras vidas, se relaciona con los beneficios del reino de Dios en nosotros. Ya antes dijimos que al venir a estar cobijados dentro del reino de los cielos, una de las consecuencias benéficas es que Dios envía sobre nosotros tiempos de refrigerio. Pero una de las causas mas importantes de porqué el creyente no disfruta de ese refrigerio celestial, se debe al hecho de estar afanados con las cosas de este mundo; los afanes diarios de la vida natural nos roban las bendiciones del reino de Dios para nosotros. Cristo les hizo esta aclaración a sus discípulos. El les dijo algo que está vigente hasta el día de hoy. Esto es, que si no hacían del Señorío de Dios, algo permanente en sus obras, cualquiera otro ser o cosa que señoreara sobre ellos, les llevaría a ser infieles en su servicio a Dios, y como consecuencia, serían amargados con el afán del mundo. Esa carga del afán sigue robando al creyente el refrigerio del descanso de Dios sobre sus vidas. Pero el hombre no ha hecho caso a esta advertencia y ha dividido su servicio entre Dios y entre otros dioses, entre los cuales el señorío mas destacado y cruel es el del dios manmon, de lo cual Cristo les había advertido diciendo: “No podéis servir a dos señores, porque o amarás a uno y aborrecerás al otro, o apreciarás a uno y despreciarás al otro; no podéis servir a Dios y las riquezas” (esto es a manmon). Tristemente, el afán que genera el conseguir dinero para cubrir las necesidades básicas se ve sobredimensionado por el consumismo al que la vida moderna está llevando al ser humano. Y en esta loca carrera, nos hemos hechos sirvientes del dinero o las riquezas. Pero talves usted piense que es un error hablarle al pobre de ser esclavo de las riquezas siendo que es su condición de pobreza la que lo lleva a afanarse mas en conseguir lo básico para el sustento de él y los suyos. Pero es precisamente a ellos a los que con más énfasis les habla Cristo al respecto no hacerse esclavo sirviendo a las riquezas. Eso queda claro cuando Cristo dice: “No os afanéis por qué habéis de vestir, o por qué habéis de comer” Si notamos bien, esas palabras no se le dicen a los ricos, sino que generalmente se le dicen a aquellas personas de escasos recursos, las que por esa condición de escases, se ven obligados a pensar en la forma en que harán el día de mañana para suplir sus necesidades. Eso nos deja claro que Cristo dijo estas palabras a gente de cualquier condición económica, pero en especial a los obreros, o jornaleros como se les decía entonces


 


EL REINO DE LOS CIELOS ES DE LOS VALIENTES




EL REINO DE LOS CIELOS ES PODER


 


EL REINO DE LOS CIELOS ES JUSTICA


 


EL REINO DE LOS CIELOS ES PAZ


 


EL REINO DE LOS CIELOS ES GOZO


 


LA SEMILLA DEL REINO DE LOS CIELOS ES LA PALABRA DE DIOS


 


ESA SEMILLA DA FRUTO POR EL ENTENDIMIENTO


 


LA PALABRA DE DIOS TIENE EL PODER LATENTE DEL REINO DE LOS CIELOS


 


EL REINO DE LOS CIELOS ES ATRAPADO CUANDO SE VUELVE LO MAS VALIOSO EN NUESTRA VIDA.


 


EL REINO DE LOS CIELOS DEMANDA NUEVOS VESTIDOS


 


EL REINO DE LOS CIELOS DEMANDA TRABAJO DILIGENTE


 


EL REINO DE LOS CIELOS DEMANDA SERVICIO


 


GRATITUD Y SERVICIO SON LAS ACTITUDES DEL REINO