jueves, 22 de agosto de 2013

SETIEMBRE, MES DE LA INDEPENDENCIA Y MES DE LA BIBLIA.

En este mes de setiembre los pueblos centroamericanos celebramos la independencia, y lo hacemos con bombos y platillos, mostrando la alegría que eso significó en su momento. Muy seguramente son muchos los beneficios de la independencia, aunque merece una seria discusión lo que hemos hecho con esa independencia. Pero mas allá de la independencia política que so logró al separarnos de España, quiero hacer notar que aún somos esclavos de muchas cosas que nos mantienen como tributarios, dando nuestras fuerzas y riqueza a estas cosas: Nuestros pueblos viven esclavos de vicios, de violencia, miseria y subdesarrollo; Y el tributo que tenemos que pagar es en gran manera precioso: Los vicios nos roban el vigor, la salud y la dignidad; la violencia nos roba la paz, la tranquilidad y la seguridad; la miseria nos roba la dignidad de personas y la alegría de vivir, nos roba la esperanza y las oportunidades de superación personal; Y el subdesarrollo nos roba la oportunidad de obtener todos los beneficios de nuestra producción y recursos, y hace que regalemos las mejores empresas a los extranjeros, ya sea por no estar preparados técnicamente o por la falta de capitales para invertir. En fin, la carga “tributaria” de estas nuestra falta de independencia de esas cosas es en demasía grande. ¡Necesitamos una independencia mayor que la política¡ Y esa independencia de estas cosas que nos han conquistado no va a venir si primero no nos hacemos conscientes de ellas, y al tener conciencia de esas dependencias nocivas, tomar la decisión de ser verdaderamente independientes en un modo integral. Pero por mas que resulte extraño, y hasta ambiguo, nuestra verdadera independencia, sobre todo en el área de los vicios y ataduras, no será posible sin instaurar otra dependencia: La dependencia de Dios. Y en esta nueva tarea de hacernos dependientes de Dios, la biblia juega un papel fundamental, pues la dependencia de la palabra de Dios es la recomendación de Dios para alcanzar verdadera prosperidad y verdadero bienestar. Eso nos lo deja bien claro Dios a través del libro de Josué. Allí, en el capítulo uno y sus primeros versos, Dios le dice a Josué, un joven Lider de la naciente nación de Israel: 

"Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" 


El pueblo de Israel buscaba formar una nación próspera: buscaba una tierra que fluye leche y miel, pero Dios les hizo notar que la consecución de ese anhelo sólo sería posible haciéndose dependientes de la palabra de Dios permanentemente. Así que en este mes de la biblia, lo mejor que nos puede pasar es que, a la par de celebrar nuestra independencia política, nos convirtamos permanentemente en dependientes de la palabra de Dios.

Oremos para que esto sea una realidad.

miércoles, 10 de julio de 2013

PASOS HACIA UNA GLORIA MAYOR Y SU CONSERVACIÓN (basado en Jeremías 29:10,11).

  1. Se deben terminar los años de cautividad.
Esa cautividad es cual alejamiento del santuario:
Salmos 137:1 Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion. 137:2 Sobre los sauces en medio de ella Colgamos nuestras arpas. 137:3 Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. 137:4 ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová En tierra de extraños? 
Estas tristes palabras del salmo 137 son el más elocuente testimonio de los tristes efectos de la esclavitud del pueblo de Israel que fue llevado cautivo a Babilonia. Esa cautividad apagó todo gozo en aquellas pobres personas: “colgamos nuestras arpas” es la conmovedora frase que usa el salmista para expresar el quebranto cruel de la esclavitud de sus coterráneos. ¡Su gozo se había apagado a causa de la esclavitud¡ Habían sido arrancados de su tierra y del santuario de su Dios, habían sido desarraigado de los lugares santos y de los deleites mas íntimos de sus almas. Y estando en la cautividad añoraban con todas las fuerzas de su alma volver a su tierra y al santuario de su Dios. El salmista evoca aquellos tiempos amargos al decir: “junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion”
Ante este panorama surge una cruel ironía a la cual hace referencia el salmista al decir: “Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion” Pero ¡cómo puede cantar el alma cánticos espirituales estando en esclavitud¡ En la cautividad no hay gozo del alma. Ellos se dieron cuenta de esta triste realidad al pedírseles que cantaran aquellos cánticos, pues supieron que tales cánticos eran la expresión del alma extasiada por la presencia de la bondad y la gloria de Dios. Pero ellos habían perdido tales deleites al ser desarraigados del santuario. Su deleite se cambió por amargura y quebranto; se dieron cuenta que en la cautividad no hay gloria ya que la gloria estaba en el santuario. ¡Ellos fueron arrancados del santuario de su Dios, y con ello su gozo se marchitó, y en cambio, el llanto ocupó el lugar del gozo. Y así, sentados junto aquellos ríos de Babilonia, sus lágrimas parecían aumentar el caudal de aquellos ríos que fluían hacia el inmenso océano. Tal penosa circunstancia les hizo comprender que si querían que el gozo volviera a reverdecer en sus vidas, debían terminarse los años de su cautividad; debían volver al santuario de la gloria de Dios.
Al igual que los cautivos de Babilonia, muchos creyentes han sido cautivos de vicios y pecados que los han alejado de la presencia de Dios. Y a decir verdad, todos los que se hayan cautivos del pecado están fuera de la gloria de Dios que trae gozo y deleite al espíritu humano. Pero lo que es mas triste es que el creyente haya sido alejado de la presencia de Dios, no por poderosos enemigos que a fuerza los lleven cautivos, sino que ellos mismos se han hecho cautivos de vicios y pecados que los mantienen alejados del verdadero gozo del alma, el cual es la gloriosa presencia de Dios. Otros han sido presos de la pereza y el desinterés por la presencia de Dios, y aunque anhelan el goza de la vitalidad de la presencia de Dios, no pueden librarse del pesado yugo del desánimo y la pereza. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que muchos creyentes se hayan en cautividad, y cual los israelitas cautivos en Babilonia, se sientan en lugares que parecieran ser distractores de ocio, pero no hayan en tales lugares y actividades el gozo del alma que perdieron con su alejamiento de la presencia de Dios. El internet, la televisión, los “moles” el cine etc. son lugares cual “ríos de babilonia” ante los que se sientan y aún así no encuentran aquella satisfacción que buscan. ¡Deben darse cuenta que en la cautividad no hay verdadero deleite¡ En la cautividad no hay verdadero gozo en el alma. Ciertamente hay muchas lágrimas y quebranto en el estilo de vida de cautividad del pecado; hay mucha amargura y dolor en el alejamiento del santuario de la presencia de la gloria de Dios.
Pero si como los israelitas cautivos en Babilonia, los creyentes cautivos de los vicios, la pereza espiritual y el pecado se dan cuenta que el gozo del espíritu está en volver al santuario de la presencia de Dios, al altar personal, entonces hay esperanza de que sus lágrimas sean vistas por Dios y se acuerde de ellos para visitarles en su cautividad. Debemos darnos cuenta que toda cautividad del creyente comienza por un alejamiento del altar hasta terminar en un alejamiento del santuario. Los israelitas no fueron llevados sin causa a la esclavitud en Babilonia. Fue el paulatino alejamiento de la presencia de Dios y de su palabra lo que finalmente desembocó en su quebrantamiento y en su cautividad. Ese alejamiento hizo venir la ruina y el desarraigo de su tierra y del lugar del santuario de la gloria de la presencia de Dios. Por eso, si el creyente ha de volver a la gloria de la presencia de Dios, ha de buscar ser libre de su cautiverio, ya que en la cautividad no hay gloria, en la cautividad no hay cánticos de gozo.
La libertad de toda cautividad se haya en la presencia de Dios.
Por eso, a esa libertad precede una búsqueda de Dios en profunda intercesión: 4. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. 5. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; (Nehemías 1).
Todo creyente que sabe que su vida ha sufrido un alejamiento del santuario, ha de desear con vehemencia volver al lugar de la manifestación de la gloria de Dios. Para los israelitas cautivos en Babilonia ese lugar de la gloria de Dios era el santuario en Jerusalén. Pero ese santuario y esa ciudad estaba derribada, quemada y desolada. Con todo eso, los israelitas sabían que su libertad estaba en volver al santuario en Jerusalén, pero que no solo debían volver al santuario en su tierra de la que habían sido desarraigados, sino que debían volverse hacia Dios. Es así que vemos a Nehemías volviéndose en profunda intercesión delante de Dios, con profunda humillación, con clamor y lágrimas, con ruego y ayuno.
El creyente que de verdad desee salir de sus cautividades ha de volverse en humillación delante de Dios, ha de volverse en a Dios en profunda intercesión por él y por aquellos que están en su misma condición.
Pero eso demanda una toma de conciencia de la condición ruinosa del santuario: 2. que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. 3. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. (Nehemías 1:2,3).
Nehemías se dio cuenta que la verdadera razón de su cautividad y la de los suyos era su alejamiento de la obediencia a la palabra de Dios. El sabía que él y sus compatriotas eran culpables de su cautividad, pues desde sus padres se habían alejado de Dios. Pero ahora que quieren volver a su tierra, al santuario de la gloria de Dios, sabe que el altar y el santuario de Dios deben ser restablecidos. Por lo cual vuelve sus ojos al santuario para tomar conciencia de su verdadero estado. Y al darse cuenta que el santuario está arruinado, se arrepiente delante de Dios por él y por los suyos, y toma la importante decisión de poner todo su corazón en el restablecimiento del altar y el santuario. Y este despertar del corazón de Nehemías era el cumplimiento de la palabra de Dios que les había profetizado Jeremías diciendo: “10. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.12. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13. y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar” (Jeremías 29:10-14).

  1. Se debe buscar provisión para volver a edificar el santuario.
El paso a una gloria mayor es propiciado por:
a) Una visitación de Dios: 10. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. (Jeremías 29:10). Los años de cautividad deben acabarse, pero no terminarán sin una visitación de Dios. Esa fue una de las promesas de Dios a los israelitas, que a pesar de haberlos dejado ir en cautividad, Dios les prometió que esa cautividad tendría un límite, que no estarían en cautividad todas sus generaciones sino que serían libertados, pero que antes que esa libertad se hiciera efectiva, él les visitaría en la tierra de su cautividad. Y efectivamente Dios les visitó.
Del mismo modo, Dios ha decidido visitar a toda la humanidad para liberarnos de nuestras cautividades, y para ello nos envió a su Amado Hijo Jesús.
15. Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; 16. El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció. (Mateo 4:15,16).

b) Un despertamiento de la buena palabra de Dios: y despertaré sobre vosotros mi buena palabra,”…
Pero Dios no solo despertó su buena palabra para los israelitas cautivos en Babilonia, sino que también ha despertado su buena palabra para todos los cautivos de todos los pueblos y en todas las edades. Ese despertamiento de su buena palabra para con todos los seres humanos se manifestó en la persona de Jesucristo. De hecho, el mensaje y la predicación de Jesucristo es llamado “Evangelio” que significa “buenas nuevas” para evidenciar que el mensaje de nuestro Señor Jesucristo es el despertamiento de la buena palabra de Dios sobre la humanidad entera.
16. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18. El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19. A predicar el año agradable del Señor.20. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. (Lucas 4:17-21).
Sin duda, la manifestación de Jesucristo trajo el despertamiento de la buena palabra de Dios.

c) La intención de Dios de devolvernos a su santuario: “para haceros volver a este lugar”
23. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.24. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23,24).

Lo primero que esa buena palabra despertará es el espíritu de los que quieran edificar el santuario: 5. Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén. 6. Y todos los que estaban en sus alrededores les ayudaron con plata y oro, con bienes y ganado, y con cosas preciosas, además de todo lo que se ofreció voluntariamente. (Esdras 1).
La aparición de Cristo es el cumplimiento de ese tiempo de despertamiento de la buena palabra de Dios que anuncia al hombre que sus días de cautividad se han terminado para dar paso a un regreso a la comunión con Dios, para un retorno al altar de la presencia de Dios donde el ser humano haya su deleite y el verdadero gozo de la gloriosa presencia de Dios. El altar de la presencia de Dios que no se haya ahora en Jerusalén ni en un monte sagrado, sino en la búsqueda sincera del corazón que en espíritu y verdad adora a Dios, y que hace de esa adoración un verdadero estilo de vida, que mantiene el fuego del altar encendido, que cual tizones se mantienen ardiendo por permanecer en la constante presencia de Dios. Y como los israelitas que volvían de la cautividad de Babilonia entendieron que la edificación del altar y del santuario era fundamental para asegurar la libertad devuelta y para mantener el gozo de la presencia de Dios, el creyente en Cristo Jesús ha de saber que el altar de Dios es fundamental para celebrar y mantener la libertad que en Cristo se nos ha dado. La adoración y la continua búsqueda del rostro de de Dios ha de ser el estilo de vida de todo creyente verdadero. Por eso decimos que el creyente a de edificar el altar de la continua comunión con Dios.
Esa edificación del santuario demanda:
a)    Que los sacerdotes vistan sus ropas santas. “Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas”. Una vuelta al altar y al santuario demandó de los israelitas que retomaran sus posiciones asignadas por Dios. Y la primera asignación de Dios es la santidad sacerdotal. Los sacerdotes debían vestir sus ropas santas para permanecer en el altar y el santuario, así que, apenas comenzaron a reedificar el santuario, los primero que ellos hicieron fue demandar la santidad y la presencia de los sacerdotes en el altar y el santuario. Pero los creyentes nos hemos olvidado de esta demanda de Dios, hemos olvidado la santidad y nuestra continua presencia delante del altar de Dios. Pero nuestro llamado después de haber sido liberados de nuestras cautividades es vestirnos de la santidad del Señor y presentarnos permanentemente en el altar de la presencia de Dios. La falta de santidad es el mayor obstáculo para que la gloria de Dios sea manifiesta en el santuario. Es por ello que la palabra de Dios nos demanda santidad, y nos dice que nosotros los creyentes libertados de la cautividad del pecado, somos un sacerdocio santo: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (1 Pedro 2:5). Y de la misma manera que los israelitas que volvieron de la cautividad de Babilonia echaron el cimiento del santuario y del altar y dispusieron un sacerdocio santo continuamente presente ante Dios, también para el creyente que fue libertado de la cautividad del pecado se echó un cimiento de un nuevo santuario que demanda una permanente ministración de los sacerdotes santificados. Cristo fue la “primera piedra” de ese nuevo santuario que se ha establecido para establecer el sacerdocio santo de los creyentes. Por lo cual, también nosotros debemos hacer como los israelitas que volvieron de la cautividad: debemos vestirnos de santidad para estar presentes ante el altar de la presencia de Dios: “Por lo cual también contiene la Escritura:  He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;  Y el que creyere en él, no será avergonzado” (1 Pedro 2:6). Vemos pues, que nuestra primera piedra del santuario ya fue puesta como cimiento, por tanto, nos toca vestirnos de santidad para que la gloria de Dios se manifieste en el altar de adoración que permanentemente debe estar levantado para Dios.  

b)    Que se despierten las trompetas. “y con trompetas”,
Las trompetas son una señal de los hijos de la libertad; no se euenan trompetas en la cautividad. Una vez que el creyente ha sido libre, al igual que los israelitas que reedificaban el santuario empezaron a tocar trompetas, el creyente debe saber que cual trompetas ha de estar proclamando la libertad con que fuimos hechos libres en Cristo. Las trompetas son para proclamar gozo, alegría y júbilo; son para convocar a la defensa de la libertad, para llamar a la guerra y para proclamar la victoria sobre los enemigos; las trompetas son para proclamar la celebración de fiesta delante del Señor. Y los que hemos sido libres en Cristo debemos “sonar trompetas” en el altar; debemos convocar a la adoración, debemos convocar a celebrar fiesta a Dios; pero también debemos convocar a la guerra contra nuestros enemigos, debemos convocar a la intercesión y la victoria.
c)    Que se despierten los címbalos. “y a los levitas hijos de Asaf con címbalos” para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel”
Los que volvieron de la cautividad de Babilonia no solo comenzaron a reedificar el santuario y retomaron la santidad del sacerdocio delante de la presencia de Dios, sino que además tomaron con fuerza sus posiciones asignadas para la alabanza de Dios. Por ello tomaron sus trompetas y tomaron sus címbalos para proclamar alabanza con júbilo a su Dios. No hay manifestación de la liberación de la cautividad sin despertamiento de la alabanza, sin un despertamiento del gozo y el júbilo. Por ello, el creyente no solo ha de vestirse de santidad sino que ha de tomar su lugar en la celebración jubilosa de esa libertad delante de Dios. La alabanza ha de despertar con fuerza en aquellos que hemos sido libertados del cautiverio del pecado. Los címbalos de júbilos deben despertarse en la vida de todo creyente que pues Dios le ha libertado.
d)    La reedificación del altar trae un despertamiento poderoso de la alabanza que provoca una profunda conmoción. (Esdras 3:10-13).
Vemos pues que el volver de la cautividad y la reedificación del santuario trajo un retomar de la santidad del ejercicio sacerdotal, trajo un despertamiento de las trompetas de celebración y convocación de guerra, y trajo un retomar de címbalos de júbilo, un retomar de la asignación de la alabanza. Por ello, el creyente que ha sido libertado en Cristo Jesús debe tomar su lugar en una vida de continua celebración de la celebración jubilosa de la alabanza a Dios. Si has sido libertado en Cristo, el tiempo de luto, el tiempo de la angustia y la amargura de la cautivad han pasado para dar paso a un tiempo de refrigerio espiritual donde la alabanza debe ser el símbolo permanente de esa libertad obtenida. En buena medida la buena palabra que Dios les prometió despertar para con los israelitas cautivos era que les daría un nuevo manto, ya no uno de luto por su condición de cautividad, sino uno de gozo, uno de libertad. Sus arpas que habían colgadas en las riberas de los ríos de Babilonia ahora serían retomadas; ahora sus bocas se llenarían de alabanza, retornarían sus deleites espirituales. Veamos: “1. Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, Seremos como los que sueñan.
2. Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.
3. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres.
4. Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, Como los arroyos del Neguev.
5. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
6. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmos 126).
Esto es lo que Cristo ha hecho con el creyente: ha traído un nuevo manto: libertad. Hemos vuelto de la cautividad del pecado, y por ello debemos retomar nuestras arpas; debemos ser como los que sueñan, cuyas bocas se han llenado de risas y cuyos labios se han llenado de alabanza, pues Dios ha traído un nuevo manto: uno de júbilo, y no de luto:  El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
2. a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;
3. a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:1-3).

lunes, 17 de junio de 2013

ABA PADRE

Extracto de la prédica del domingo 16 de Junio en Iglesia Visión Jesed, Heredia.

ABA PADRE.
En ocasión de ser el día en que se celebra el día del padre, me ha parecido oportuno predicar este sermón alusivo a la paternidad de Dios.
Para comenzar debo decir que la paternidad de Dios nunca fue bien entendida en el pasado, bien que los hombres han invocado a Dios desde la antigüedad, y aunque es cierto que los judíos alguna vez llamaron padre a Dios, el ser humano jamás comprendió la profunda verdad de la benigna paternidad de Dios. Pero Dios siempre ha querido mostrar al ser humano la hermosa verdad de su paternidad. Con ese fin estableció la paternidad humana, para que los padres tuviéramos el privilegio de representar la paternidad misma de Dios aquí en esta tierra. Pero los hombres hemos sido siervos negligentes al cumplir con esta encomienda de Dios, pues hemos ensuciado el ejercicio de la paternidad al ser ásperos, injustos, desamorados y malos protectores, al ser malos formadores y proveedores de nuestros hijos. Pero el deseo de Dios es que los padres sean un reflejo de la paternidad de Dios aquí en la tierra; que al ejercer nuestra paternidad, nuestros hijos tengan una clara noción de lo que es Dios como Padre Bueno, que nuestro ejercicio de la paternidad imprima  en sus conciencias una imagen  correcta de lo que es Dios, para que cuando Dios toque las puertas de sus corazones nuestros hijos tengan la confianza de acercarse con confianza a los brazos del Amante Padre Celestial. Pero como ya dije antes, los hombres hemos fallado al cumplir este deseo de Dios. Claro que hay razones que causan ese fallar nuestro al dejar de alcanzar este buen propósito de Dios. Y la razón quizá más importante de este fallo o fracaso en nuestro cumplimiento sea la lejanía de nosotros con Dios. Siendo que Dios es nuestro modelo, se hace sumamente necesario que estemos tan cerca de Él como sea posible para aprender de él la forma en que debemos cumplir con la misión de ser padres que representemos la mismísima paternidad de Dios; porque, ¿cómo puede uno representar a alguien a quien no conoce de cerca? Este sermón pues, tiene la intención de mostrar la benigna paternidad de Dios, primeramente, para que nos llenemos de confianza al acercarnos a Dios, y segundo, para que nos inspire a cumplir con la dignidad que corresponde el ser representantes de la paternidad de Dios para con nuestros hijos.

Como ya se dijo anteriormente, la lejanía con Dios nos impide poder representar su paternidad fielmente. Y es en este punto donde se hace primordial la necesidad de que alguien que haya sido íntimamente cercano a Dios nos pueda transmitir el conocimiento de cómo es El Padre Celestial. Es así que la persona y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo cobran relevancia suprema. Ya que es Jesucristo el único que ha descendido del cielo, es él el único que ha venido desde el mismo seno del Padre. Las Escrituras dicen: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Juan 1:18). Este texto pone de relieve la importancia de nuestro Señor Jesucristo como testigo único y plenamente autorizado para enseñarnos la verdad acerca de Dios el Padre. Y esto es así, no solo por ser Cristo uno que veía constantemente a Dios, sino que él era íntimo de Dios Padr , pues él está en el seno mismo de Dios.
Nuestro Señor Jesucristo, pues, es el más indicado para dar a conocer la verdadera paternidad de Dios. Esta comprensión la llegaron a adquirir los discípulos de Jesús. Y sabiendo que necesitaban obtener el verdadero conocimiento de quién es verdaderamente Dios, le rogaron a Jesús que les enseñara acerca de cómo tener la misma confianza que Jesús mismo tenía para con el Padre Celestial.
En Mateo capítulo 6 encontramos una petición importante que los discípulos de Jesús le formulan respecto de cómo orar. Ellos han visto la confianza con que Cristo se acerca en oración a Dios y cómo éste le responde, y están admirados de esta relación de confianza y comunión, y quieren este beneficio para ellos mismos en su relación con Dios. Cristo, pues, va a descubrirles cual es el secreto de su relación de confianza con el Dios Eterno y Poderoso de cielos y tierra: él les refiere que su confianza al orar y tener comunión con Dios esta fundamentada en el hecho de que Dios es su Padre, y que este mismo hecho es cierto acerca de ellos y Dios, y que por tanto, ellos también pueden ejercer eta misma confianza al orar y tener comunión en su relación con el Eterno y Poderoso Dios de los cielos.
Nuestro Señor Jesucristo plasma su enseñanza acerca de la confianza al orar en Mateo capítulo 6 donde les da el modelo de oración al que hemos llamado como “el padre nuestro” pero esa no es una oración como hemos pensado tradicionalmente, sino que esas palabras contenidas en el padre nuestro son un modelo para la oración, y es la enseñanza fundamental de la razón por la cual entendemos y aprendemos a tener confianza al orar. De esas palabras recopiladas por Mateo podemos aprender que nuestro Señor Jesucristo está diciendo:
En razón de que Dios es mi Padre y el de ustedes, por ello:
a)    Ustedes pueden acercarse con confianza al Dios de los Cielos. Por eso, al orar ustedes háganlo como quien se acerca al mejor de los padres, como quien se acerca a un buen y amoroso padre. Pero no olviden que este Padre no es un padre cualquiera, sino que deben tener en sus conciencias que este buen padre es el Dios Altísimo de los Cielos. Y por eso,
b)    Ustedes deben santificar su nombre. Al orar tengan en la mas alta estima el nombre de su Padre Celestial, porque todo padre merece honra. Y es que debemos saber que el hecho de que Dios demanda que los hijos honren a sus padres se basa en el hecho de que los padres terrenales son una figura de la paternidad misma de Dios.
c)    Ocúpense de los negocios de su Padre Celestial. Entiendan que Dios tiene un reino en los cielos, el cual quiere extender a la tierra que ustedes habitan. Y recuerden que todo buen hijo cuida la hacienda de su padre y se ocupa de que esa hacienda se aumente. Ustedes, pues, deben desear que el Reino de Los Cielos sea sobre ustedes estableciéndose en esta tierra. Y por causa de que Dios es su Padre ustedes deben trabajar en la extensión de ese Reino de Dios, y poner su corazón en ello.
d)    Y en razón de que Dios es su padre, el cual es Altísimo en dignidad, ustedes deben obedecerle, acordándose que él no solo es su Buen Padre Celestial, sino que además es su Rey que reina en los cielos. Y como siendo que no hay padre sin honra ni rey sin obediencia, reconozcan el Señorío de su Buen Padre Celestial, el cual debe reinar en sus corazones y en su entorno. Por ello, deseen que la voluntad de Dios sea hecha aquí en la tierra como se hace en la tierra. Pero entiendan que el primer lugar en que debe hacerse la voluntad de Dios es en sus corazones. Se puede decir con certeza que nuestro Señor Jesucristo está diciendo a sus discípulos que si ellos se ocupan de honrar a Dios, si santifican su nombre y se ocupan de su reino, y si se ocupan de que la voluntad de su buen Padre Celestial sea hecha aquí en la tierra, en consecuencia,
Ellos pueden esperar que Dios les provea de todo aquello que tengan necesidad en su diario vivir, pues en razón de que Dios es su padre, y que, consecuentemente ellos le honren y sirvan, cual buen y justo padre, Dios se ocupará de ser su buen y eficiente proveedor. Es en razón de que Dios es nuestro Buen Padre Celestial que podemos pedirle que supla nuestras necesidades. En este respecto jamás seremos inoportunos con Dios al presentarle nuestras peticiones. El hecho de que él sea nuestro Padre garantiza su benevolencia hacia nosotros, y nunca estará mal que usted y yo presentemos a diario nuestras necesidades ante el trono de su gracia. Mas bien, Dios vería como impropio el que uno de sus hijos presentara sus necesidades ante otros que no tienen esta misma relación de paternidad, y, de igual manera que cualquiera de nosotros se disgustaría al encontrar  a sus hijos pidiendo aquellas cosas que solo a nosotros como padre nos corresponde suplir, también Dios vería como impropio que sus hijos tengan mas confianza  de pedir a otros que a él mismo. Pedir para nuestras diarias necesidades, es uno de los mas grandes privilegios que nos da el hecho de que Dios sea nuestro Padre Celestial. Pero resulta penoso ver como los creyentes se vuelven mendigos pidiendo a otros antes que a su Buen Padre Celestial. Es triste ver que hay una ceguera en relación a esta verdad de que Dios es nuestro buen Padre Celestial que nos provee, siendo Dios rico en abundancia. Esto me recuerda una de las parábolas de nuestro Señor Jesucristo.  En Lucas 15, Cristo habla de dos hijos que tienen un buen padre, y de ellos, el mayor parece ser alguien esforzado en los negocios de su padre, pero que no se logra sentir en confianza de disfrutar de los bienes de su padre, mientras que el menor usa en abundancia las riquezas de su padre al punto de gastarse su parte de la herencia, pero que a pesar de eso el padre todavía le da con generosidad de sus mejores bienes, ante lo cual en hijo mayor reclama: [He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas] Lucas 15:29-31. De la misma forma hoy día existen hijos de Dios que no han descubierto que la razón de que Dios sea su Buen Padre les abre las puertas del disfrute de su provisión. Y esto es lo que en buena medida les enseña nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos en el capítulo 6 de Mateo en los versos 9 al 15.
e)    En razón de que Dios es nuestro padre es natural que nosotros sus hijos le imitemos. Esta verdad es enseñada por Jesucristo en capítulo 5 donde exhorta a sus discípulos a ser perfectos como su Padre Celestial. Allí les dice que el Padre celestial es virtuoso dando de su bondad y generosidad a buenos y malos, y que por tanto, para que ellos como hijos reflejen la paternidad de Dios deben amar no solo a sus amigos sino también a sus enemigos. Y también otras escrituras del Nuevo Testamento encontramos esta implicación natural de esta relación de la paternidad de Dios sobre nosotros sus hijos. Por eso, en ocasión de este día especial en que se celebra la paternidad humana, y que en buena medida por ello nos viene al recuerdo la tierna forma en que nuestros pequeños hijos nos han imitado de tantas tiernas maneras haciendo aquellas cosas que nosotros hacemos como rasurarnos, vestirnos etc. Resulta oportuno recordar que de la misma manera debemos tratar de imitar las obras de nuestro Buen Padre Celestial, pues resulta natural que los hijos quieran y anhelen imitar a sus padres. Pero en este punto debemos reconocer que para imitar a alguien hace falta una cercanía con él, pues no podemos imitar las obras de aquel a quien no tenemos cerca, no podemos imitar a quien no conocemos ni sabemos de cerca cómo actúa. De nuevo aquí cobra relevancia la persona de Jesucristo. Viene a mi mente sus palabras que dicen: [Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve HACER AL PADRE; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente] Juan 5:19. Esta escritura nos demuestra efectivamente que a un hijo de Dios le es natural hacer o imitar lo que ve hacer a su padre. A Cristo le resulto fácilmente natural el hacer las cosas que había visto hacer a su propio padre, a Cristo le resultó natural el hablar lo que había oído hablar a su padre. Y para que Cristo pudiera ver actuar y oír hablar a su Padre le fue necesario e imprescindible el estar íntimamente cercano a él. De la misma forma, nosotros como hijos de Dios debemos imitarle como cosa natural en consecuencia de nuestra naturaleza de hijos, pero sigue siendo imprescindible que también nosotros seamos íntimamente cercanos a Dios nuestro Buen Padre Celestial, para que ello nos de la oportunidad de conocer sus obras y sus palabras, para que luego las podamos imitar.
En razón de Dios es nuestro Padre Celestial se nos da un lenguaje secreto y especial a través del cual podamos comunicarnos efectivamente con Nuestro Buen Padre Celestial. Este lenguaje no nos es enseñado por hombre alguno, ni viene en tomos escritos, sino que este lenguaje nos viene como un sistema operativo implantado en nuestro interior por el mismo Espíritu de Dios que es depositado en nuestro espíritu humano para que él nos enseñe ese lenguaje efectivo de comunicación. La razón de Cristo tuviera la maravillosa comunicación que mantenía con el Padre Celestial no se hallaba en ninguna técnica humana que hubiese aprendido, ni en ningún secreto que maestros iluminados le hubieran trasmitido; su secreto radicaba en el maravilloso hecho de haber sido dotado con la presencia del Maravilloso Espíritu de Dios. Bien sabemos que humanamente los padres tenemos lenguajes especiales con que nos comunicamos con nuestros hijos, y que es imposible que nosotros no respondamos a ese lenguaje cuando nuestros tiernos retoños lo ponen en acción. Mis hijos me dicen cariñosamente “pa” y a ningún otro llaman “pa” y yo no puedo dejar de responder a esta palabra que sale del inconfundible timbre de sus voces. Por su parte la palabra de Dios nos muestra que Dios nos ha dado su Santo Espíritu para dotarnos de un lenguaje especial que llega directo al corazón de Dios, sin importar el lugar físico del que clame alguno de sus hijos. Dios jamás dejará de atender ese lenguaje de llamado de sus hijos, sin importar el lugar o las circunstancias, Dios responderá a ese lenguaje. Ese tierno llamado que el Espíritu nos faculta a ejercer es directo al corazón del Padre Celestial, y aunque Dios no siempre te dará lo que deseas, siempre es seguro que él vendrá en tu auxilio. Un caso relevante que nos sirve de ejemplo en cuanto a la efectividad de este lenguaje se haya en los evangelios, allí, Cristo se haya en profunda angustia por el inminente sacrificio que le llevará a la muerte, y estando en esa angustia clama con ese lenguaje del Espíritu y dice: ABA PADRE. Lo cual puede traducirse como “papito mío” y aunque el designio de Dios es que él muera en expiación por el pecado de los seres humanos, no puede resistir al tierno lenguaje del Espíritu y se hace presente ante el clamor de su Hijo y lo reconforta y lo fortalece para terminar de cumplir su misión. Es de la misma forma que funcionó con Cristo que también con nosotros funciona este lenguaje de paternidad entre Dios y nosotros.  Y fue precisamente por eso que Cristo tuvo que morir en la cruz para darnos a nosotros la posibilidad de ser hechos cercanos a Dios al adoptarnos como hijos para que se nos diera también a nosotros el mismo Espíritu de su amado Hijo para pudiésemos clamar con efectividad a Dios a través de ese maravilloso y único lenguaje de paternidad espiritual de Dios. La escritura dice: [para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!] Gálatas 4:6. Así que cualquiera sea tu angustia o necesidad, puedes tener la certeza de que si clamas a Dios con el lenguaje del Espíritu, tú puedes estar seguro que nuestro Padre Celestial vendrá en tu auxilio. Y aunque según sea el designio de Dios, algunas veces no te librará de enfrentar la prueba, jamás te dejará sin consuelo o fortaleza para enfrentar tus más duras pruebas en la vida. Es vano tratar de lograr una comunicación eficaz con Dios a través de argumentos y razones humanas. Lo que es eficaz es clamar con el lenguaje especial de paternidad que Dios nos dio en la adopción de hijos suyos. La palabra de Dios nos dice: [Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con GEMIDOS INDECIBLES] Rom. 8:26.
Pero hay más…
f)     En razón de que Dios es nuestro Buen Padre Celestial, nosotros como adoptados hijos suyos somos hechos herederos, y no simples herederos, sino coherederos con Cristo. Este hecho maravilloso de la paternidad de Dios sobre nosotros revela la profundidad del gran amor de Dios hacia cada uno de sus ahora hijos, ya que en el pasado sin Cristo estábamos lejanos de la paternidad de Dios, y, cual vagabundos desamparados, estábamos sucios por el pecado y sin el calor del hogar de un buen padre. Estando en esa penosa condición, y siendo totalmente indignos del amor del Padre Celestial, él nos amó y nos adoptó como hijos suyos por puro afecto de su buena voluntad para con nosotros. La escritura dice: [Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad] Efesios 1:3-5.
Demos siempre gracias a Dios quien nos amó con amor eterno, y en su infinita gracia para con nosotros no solo nos adoptó como hijos, sino que nos dio herencia eterna con Cristo Jesús.

¡Que maravillosa verdad: tenemos a Dios como Nuestro Padre Celestial¡ ¡Celebremos su amor a diario, honrémosle y sirvámosle con alegría¡ Aprendamos a imitarle estando íntimamente cercanos a él; ¡gocémonos en una comunicación de un lenguaje único y especial del Espíritu, y gocemos de su provisión y herencia¡