jueves, 14 de octubre de 2010

Restauración y Restitución.

Esta nota es para tratar brevemente el tema de la restauración y la restitución a que todo aquel que abrace la fe cristiana está obligado en razón de honrar a Jesucristo a quien ha tomado por Señor y maestro. Haremos notar la importancia de este asunto en relación a los no creyentes y como esto podría contribuir a un mayor crédito de la fe cristiana en la sociedad.

Cuando Cristo entra a nuestras vidas somos inspirados vivir un cambio de conducta.
El ejemplo de Zaqueo:
Cuando Zaqueo tuvo un encuentro con Cristo,fue motivado desde dentro de su corazón a enmendar sus faltas y cambiar de la avaricia y la codicia a la generosidad:
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”(Lucas 19:8)
Zaqueo se habìa enriquecido en buena medida debido a la defraudación que cometió contra las personas a las que cobraba los impuestos para el imperio romano. Para Zaqueo era algo normal vivir una vida de abuso en contra de sus semejantes. Precisamente, ese estilo de vida le hizo ganar la triste fama de “hombre pecador”. Probablemente, sobre Zaqueo recaía no solo su propia avaricia, sino también la de los demás recaudadores de impuestos de los cuales él era el jefe. Pero vemos a Zaqueo después de encontrarse con Cristo, con una actitud totalmente nueva para él: Dar, en vez de defraudar o robar.
La presencia de Cristo en la vida de Zaqueo hizo que éste fuera redargüido de su mala conducta. Él se ve impelido fuertemente a restituir todo el daño que provocó a sus semejantes:
si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” 
No solo reconoce que actuó mal y que cometió un delito, y que en tal caso, debía cumplir con una pena legal: Devolver la todo lo que defraudó más un impuesto del veinte por ciento (Levítico 6:5 y Números 5:7) Zaqueo va más allá, y se impone a sí mismo, la pena más alta que la ley podía exigir como restitución al ofendido: Devolver cuatro veces lo robado (Éxodo 22:1). Podemos notar la transformación en la conducta de Zaqueo, en sus palabras que son un acto de restitución:
si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Los que quieren seguir a Cristo, han de saber que no existe verdadera conversión sin una obra de restitución. El camino de salvación involucra salud y rectitud en todas las áreas de la vida del creyente. Esto implica sanidad espiritual de nuestra alma, y el alma no puede estar totalmente sana si no ha surgido el genuino deseo de enmendar nuestras faltas haciendo restitución de todo aquello que hayamos dañado, robado o defraudado a nuestro prójimo.
Notemos como Cristo liga la restitución a la salvación, en las palabras que hacen referencia al acto de restitución de Zaqueo:
“Hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lucas 19:9) 
A la primera cosa que estamos obligados; en razón de nuestra nueva vida de creyentes, es a enmendar los perjuicios que hayamos cometido contra alguien. Si hemos ofendido a alguien debemos pedir perdón, si hemos robado debemos devolver aún con intereses lo robado; y si debemos algo debemos pagarlo. Sí aceptamos a Jesucristo en nuestro corazón, y nos hemos arrepentido de nuestros pecados; debemos dar frutos dignos de arrepentimiento.
La restitución que el creyente haga a aquellos a quienes ha defraudado, es fruto y evidencia de un verdadero arrepentimiento y de una genuina conversión. La gente no creyente, no puede ver el verdadero cristianismo cuando conocen de cerca a personas que se llaman cristianos, pero que han robado, defraudado, dañado u ofendido a otras personas y que no han reparado el perjuicio causado. El daño que causan aquellos que no hacen restitución a los ofendidos por sus actos, es un serio obstáculo a la predicación del evangelio y al crecimiento de la obra del Señor.
Todo creyente debe de hacer memoria de todos sus actos con el fin de encontrar en ellos si ha habido algún perjuicio cometido contra sus semejantes, que no haya sido reparado justamente. Si en análisis encuentra algún daño no reparado deberá dar gloria al Señor reparando dicho daño a la brevedad posible. De no hacerlo, ofenderá a aquel a quien llama Señor, porque sus actos nocivos no reparados, se constituyen en un obstáculo para el evangelio de Cristo y hacen que los incrédulos menosprecien el evangelio, y con ello cierren su corazón al Señor. Son muchos los efectos que la falta de restitución puede traer a la vida de los creyentes. Entre esos problemas podemos mencionar los siguientes:
1) Las ofrendas de los que no han hecho restitución son vanas. Cuando el creyente no ha hecho restitución de sus faltas y no ha reparado el daño causado, Dios considera vanas sus ofrendas (Isaías 1:13). Esto también lo dijo nuestro Señor Jesucristo en relación a reparar la ofensa cometida. Él deja claro que nuestras ofrendas no son aceptas delante de Dios si no hay restitución:
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23,24)
2) Las injusticias estorban las oraciones y no son oídas por Dios. Cuando las injusticias cometidas no son reparadas, Dios no atiende nuestras suplicas (Isaías 1:15. 1ª Pedro 3:7)
3) Nuestros cultos y alabanzas son desagradables para Dios. Estas son las palabras de Dios, dirigidas al pueblo de Israel en relación a sus cultos y las fiestas que celebraban a Dios pero viviendo en injusticias: “Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma: Me son gravosas; cansado estoy de soportarlas” (Isaías 1:14)
4) No reparar las injusticias cometidas aleja el favor de Dios. Veamos lo que le dice Dios a los israelitas en relación al tema de la injusticia de sus actos no reparados:
Cuando extiendas vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asi mismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré” (Isaías 1:15)

La verdadera vida de devoción cristiana exige no solamente hacer restitución de todas nuestras faltas, sino además, adquirir nuevas virtudes que reflejen nuestro cambio. Zaqueo por ejemplo, no solo restituyó lo defraudado, sino que se volvió generoso:
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” (Lucas 19:8)

El apóstol Pablo enseñó esta doctrina de la restitución y un cambio a hacia la virtud de la generosidad a sus discípulos:
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga que compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28)

Hagamos una decisión de restituir todo lo dañado, y quitemos todo estorbo a nuestra bendición y a la obra del Señor. Hagamos de la restitución, una misión seria del ejercicio de nuestra fe, que traiga honra y gloria a nuestro Señor Jesucristo, y que derribe los obstáculos de la murmuración a los incrédulos para que no tengan excusas para acercarse al camino de la fe.

Hagamos restitución y liguemos a nuestra vida el poderoso favor de Dios.

William Tercero M.

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